Hay una parte en mi muy húmeda, muy poética y muy, muy lila, a la que llamo mis lágrimas lilas.
A
veces no tengo ninguna ganas de mirar hacia ella y otras no puedo vivir
sin sentirlo todo a través de su prisma diamantino.
Las lágrimas lilas son para mi como el rocío que nutre y da vida a las plantas y flores del jardín que me empeño en plantar en mis grietas. Sentirlas me limpia y me sana, aunque muchas veces prefiera ocuparme de mis cosas de otras maneras.
Aúnque solo quiera relacionarme con ellas cuando ya no me queda otra que digerir, aunque las abandone durante meses oscuros o años luminosos, siempre, SIEMPRE... me habitan.
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