domingo, 30 de junio de 2013



Ella cosía en su Singer de pedales. Me hacía vestidos que dibujaba con tiza azul sobre otros ya usados por elegantes abuelas y tías, o incluso compañeras de oficina de mi padre. Los dejaba como nuevos, a la moda, decía. Y mientras ella los hacía yo me sentía inundada por el aburrimiento más espeso de toda mi vida. Una losa tediosa y caliente de sol de verano sin playa que no me dejaba salir ni al patio y que me resultaba horrible. Peor que quedarme en casa castigada. 

Tenía que esperar horas inmensas (quizás ni una entera) por aquellas pruebas llenas de alfileres y de aquellos “¡estate quieta que te voy a pinchar!. La calle, llena de amigos, bullía al otro lado de la puerta y yo con el ñu que llevo dentro atado a la sala de costura por esos “que no te vas a ir de aquí hasta que te haga la prueba.”

Era entonces cuando le pedía que al menos me cantase “Si vas a París papá” y “ No hay novedad señora baronesa” o "Yo la geisha mimada fui"  y ella se partía de risa mientras me las cantaba con voz de cupletista salida de la radio de mi abuela. 
Ojala hoy pudiese aburrirme un rato con ella…
Va por ti mamá!