Qué título por dios! pero es verdad, no es literario, es el árbol caído y el campo de Pena, pero es que hoy pegan tanto con lo que quiero contarte que pueda parecer que no son nombres de verdad.
A las 7.15 de la mañana del día 9 de marzo de 1998 moriste. Te fuiste sólo, sin ninguna de las dos a tu lado.
Dos días antes, en el hospital, me dedicaste la mirada más hermosa de tu vida, después de la de cuando me conociste que, evidentemente, no recuerdo.
Eras una piltrafa humana. Tu ELA hacía escarnio sobre ti y todos nosotros, pero tuviste la suerte de sufrir un infarto. Ese día, una semana antes de tu muerte, nos enteramos que serías abuelo por vía urgente y que el bebé tenía apenas unos días y estaba registrado con el nombre de Antonio. Querías que le pusiese Victor, como a tu hijo pequeño, al que enterraste en una caja blanca y tan pequeña que te cupo bajo el brazo, durante el paseo que diste, desde la puerta del cementerio al nicho que nos dejaron los del carrito. Te dije que no, que lo sentía mucho, pero que se llamaba Antonio, como tú y como mi tío de leche, muerto el 22 de febrero del año anterior, el mismo día y el mismo mes que nació nuestro nuevo hijo, jugarretas de la vida y de la muerte. Sabes que siempre renegué del José por más que lo celebráseis todos, así que dejé tu segundo nombre puesto, como un beso eterno de su abuelo y de su tío abuelo, sobre mi niño.
Querías que te lo llevara al hospital según nos lo entregaron, y también te dije que no, que devuelta a casa lo verías, pero ...le hice fotos.
Fui a verte cada día hasta que me vino la regla, ya sabes, esa atrocidad de mi cuerpo que me machaca cada mes y que me hacía desmayar en el baño cuando sólo tenía 11 años. Tú me recogías y me llevabas en brazos a la cama, sonriendo, creyendo que me mareaba de la impresión de ver la sangre, como tú, porque yo soy lo más parecido a ti que hay en este mundo.
El día seis de marzo fuí al hospital a recoger a mamá. Estuve sólo veinte minutos, porque no me tenía de pie, la regla empezaba y te dije que estaría sin verte un par de días. Tenías la respiración asistida ayudándote de vez en cuando. Te cogí las manos, las dos.Tu piel en ellas era tan suave como las de mi bebé, pero tus ojos eran los ojos de un padre que me decía que ya no llegaría a verlo. Arrojaste sobre mí la mirada de amor más hermosa que pueda imaginar ninguna hija: dulce, entera y llena de admiración. No podías hablar, nada, no podías mover más que tu mano derecha, que yo cogía y besaba, lo mismo que tu cara. Me llamabas tu hija en cada parpadeo, y la pena, teñida de alivio, asomaba tras tus pupilas. Me dijiste que el nombre que elegí para tu nuevo nieto te encantaba. Me lo hisiste reptir dos veces: Antón, Antón, fué el marchamo que pusimos a nuestra despedida, un cuño tierno y lleno de futuro. Te despediste de mí, con un terrible esfuerzo con el que conseguiste una leve sonrisa, leve, muy leve, (tu rostro apenas te obedecía, como el resto de tu cuerpo). Pero aquellos ojos... ¡dios mío!, ¡cuánto me dijeron aquellos ojos! Tragué saliva, te conté que acababa de hablar con la nutricionista, que te iban a cambiar la dieta que te metían por la goma por que necesitaban engordarte un poquito y darte más vitaminas; te dije que en cuanto volvieses a casa iríamos todos a llevarte al niño; te narré como Carlos y Alfonso se enamoraron del enanito nada mas verlo, y el susto que se llevó Carlos con un dedo mío pensando que Antón tenía tres brazos. Como un padre de diez años lo miraba. Sonreías y seguías mirándome de aquella manera en la que yo podía reconocer claramente tu adiós. Tenías más pena por no volver a verme que por dejar de existir porque yo soy tu cabra montesina, "y el que pasé de esta raya..." eso me cantabas desde niña. Siempre admiraste mi manera de perseguir las cosas, a pesar de tus castigos siempre hice todo aquello que creía justo para mí, incluso irme de casa ante tus despropósitos.
Teníamos que irnos, llegó la chica que te cuidaba por las noches y te besé un montón de veces en aquellas manos tan suaves, y no sé cuantas veces en la frente. Apretaste mi mano con fuerza y volviste a lanzarme aquella mirada de adiós, tan llena de amor que, por primera vez en muchos años, desde los quince creo, volví a sentir que tenía a mi padre.
No podía llorar, mamá estaba fatal y yo tenía que convencerla de que lo mejor de todo sería que no pasases de esa noche, pero yo quería que volvieses a casa. Y no podía soportar la idea de que tú supieses que tu corazón estaba estallando cada dos por tres y que te morías. Saber que uno tiene una bomba dentro que puede estallar en cualquier momento, aún deseando la muerte, tiene que ser terrible, pero ...todos la tenemos, ¿verdad, papá? Esos decías cuando murió Isa.
Dos días sangrando, como siempre, y Mamá contigo allí. Te llevó las fotos de Antón el día 8, las viste y sonreíste tanto que no daban crédito de que tu cara pudiese moverse así. Mamá se fue de allí a las diez de la noche, bajó sin dinero, se dio cuenta dentro del taxi, y le dijo al taxista: "Mire usted, me voy a quedar porque esto es una señal, mi marido se está muriendo y no quiere que me vaya". Pero el taxista la convenció, le dijo que la llevaba a casa aunque fuese gratis, y eso hizo, que necesitaba descansar y que mañana sería otro día. Subió a casa a ver a su nuevo nieto y a contarnos como había ido el día. Por supuesto que muy mal, "ádemás papá debe creer que estoy loca, porque le he estado cantando y bailando y diciendo que cuando vuelva a casa le vamos a poner la cama más cerca de la ventana y que no pienso sacar las plantas de la mesa camilla se ponga como se ponga".
A las 7.35 sonó el teléfono de mi casa: "María, tu padré murió hace un momento" También sonó para mi madre, pero ella no lo cogió, no quiso, y se puso a hacer la cama y a doblar ropa, sintiéndose como una loca que ni sentía ni padecía.
Me duché, me vestí, crucé la calle y entré en la residencia. Las monjas y el personal lloraban por ti, yo no, aún no podía. Cogí a Mamá y nos fuimos al hospital. Tú cama ya no estaba, sólo tus cosas en el armario. Nos cruzamos con la nutricionista en el ascensor. ¿ Se ha muerto? preguntó ¿así, de repente? dijo con cara de asombro. Yo me digí a ella con cara de ¿estás tonta o qué?- hombre, de repente...tres infartos en cinco días, Ela, cancer de laringe, y las arterias pegadas...como que no fue muy de repente, ¿no? Sobre todo para él, que llevaba años muriéndose encerrado en un cuerpo que no le obedecía.
Me miró asutada, no sabía si le estaba describiendo o riñendo...en realidad estaba echándole una bronca del copón. ¿Cómo cojones no sabía ella, la encargada de tu alimentación, todo lo que padecías? Sería quizás porque la estabas palmando y ya daba igual lo que te diran de comer y por eso nadie la informó. No sé, pero aquel "de repente" me trajo a la memoria los años que llevabas sin poder mover ni un puto músculo, encerrado, con toda tu lucidez, en aquel cuerpo destartalado, traquetomizado, baypass..teurizado, (como la leche) ¿cómó que de repente? ! joder! Demasiado lenta fue tu muerte para que está estúpida me hiciese esa pregunta en el ascensor. No se te pasaban las horas, sobre todo por las noches, quieto, sin poder mover la cabeza sobre la almohada, sin poder mover nin un poquito el culo o un pie. Le dije que probase a quedarse una noche entera despierta sin mover ni un músculo a ver si creía que la muerte le llegaba de repente, o lenta como una hija de puta que sólo quiere fastidiar. JODERRRRRR!!!!!!
No lo sabes pero tu nieto mayor, ha grabado un disco con un arpista y compositor. Tiene un par de canciones hermosísimas, su violín me pone los pelos de punta, en una habla de la muerte, de la puntualidad, pero contigo papá no fué nada puntual. Tú lo decías, " Qué dificil es morir...buff...te puede fallar un órgano, un sistema, pero hasta que te fallen todos...bufff.
Volvimos detrás del coche fúnebre, mamá lloraba, yo no, no podía, no paraba de repetirle que era lo mejor que te podía pasar, y que yo estaba contenta por ti y que sentía un gran alivio. Por el camino llamó el imbécil de tu hijo, llorando para que mamá lo consolara. Casi me cuelo por el teléfono y le pegó las hostias que no le di el día de la última mudanza de tu vida. Aquel día me hubiera matado, es un mazas y yo, a su lado, una mierda de tía a , pero me hubiera dado igual, como antes, y como siempre.
Luego el velatorio, el verte allí, según mamá “tan guapo”. Creo que las viudas segregan alguna sustancia que las hace veros jóvenes y lozanos, porque a Manola le pasó lo mismo con Antonio y te aseguro que la cara de muertos que teníais era horrorosa. Además contigo no se que coño hiceron los de la funeraria para cerrarte la boca, (supongo que pegarla con algún pegamento) que sobrepusieron el labio inferior al superior y parecía que tenías pucheros de niño ; Los amigos, los familiares, los ataques de risa míos y de mamá; la autopista, el entierro, tu hijo, que te llevó sobre su hombro a pesar de darla ataques cuando se acerca a cualquier muerto; la chaqueta verde de terciopelo, el abrigo negro de mamá, la comida en el restaurante donde aquella camarera gilipollas me quería vender la carne a toda costa; la cara de susto de Alfonso ante las extrañas reacciones de su madre y su abuela. Todo eso…y no te lloré, papá, no lo hice. Hasta un día, después de varias semanas, que puse un trozo de una ópera, que no recuerdo su nombre, era checa, creo, el Vltava salía en la portada del cd. Estaba sentada, en la sala, dándole el biberón de la tarde a antón y aquellas voces desnudaron mi corazón y mi mente de toda la lógica que tanto quería vender y venderme, y supe que me había quedado sin ti, sin mi padre y lloré, amarga y dulcemente lloré, aunque muy poco.
Esa noche, como cada noche desde que habías muerto, salí a la terraza a fumar un cigarrillo, miré hacia tu ventana y sentí el gran alivio de saber que no estarías pasando una noche en vela, inmovilizado y con gran dolor en el cuerpo y en el alma, pero fui capaz de llorarte con desconsuelo bajo las estrellas y recuperar la imagen de aquel padre, tan vital y tan... libre.
Hoy también puedo llorar como cada 9 de Marzo y verte mover en la fotos del camping, del monte, de las tascas de Coruña, donde hacíais los campeonatos de mus, las fotos en chelo......Tú también alucinabas con el Mandeo, como yo, porque tú clavaste en mí la necesidad de buscarme paraísos silvestres.
Te escribiré más, y escribiré sobre ti, porque la verdad eres todo un personaje. Mamá cree que algo de ti vive en Antón, ya te contaré, la verdad es que ha hecho alguna cosa increíble, además de provocarte tú última gran sonrisa.
¿Viste que guapos salimos en la foto?