Tengo que escribir esto antes de que me olvide de cada gesto y palabra. Antes de que la emoción se deslice evaporada por las lagunas que fabrica la memoria. Antes de que la reinvente y mi niño me riña por no saberla repetir palabra por palabra cada vez que la cuente. Ocurrió unos días antes de Nochebuena.
-Yo ya no creo en Papá Noel.- me dijo mi niño pequeño mirándome de reojo mientras se ponía el pijama de pie, encima de su cama.
-¿Ah no?- pregunté yo.
- No - me contestó rotundo y sereno pero espectante y expectante. (Es que estas dos palabras me majarean... Observar, esperar... pues a ver si alguien hace una que sirva para las dos cosas: expecespectar?)
Siempre que me comunica una de sus brillantes conclusiones poniendo en duda lo que le hemos vendido desde pequeño, lo hace así.
-¿Qué pasa? -pregunté yo- ¿qué ninguno de tus amigos cree y por eso tú tampoco?
Todos mis hijos saben desde muy pequeños que el "todos los demás lo hacen, lo dicen o lo piensan" no nos sirve de argumento. Así que se sentó en la cama, abrió la cremallera de su edredón-saco y se metió dentro, boca abajo, como siempre, y me soltó, con pose de linda tortuga:
- No es por eso mamá, es que ya...pienso. Y pensando ya no puedo creerme que los renos vuelen, y que Papá Noel entre por la chimenea, ¿qué pasa es de chicle? Mi cabeza ya es de mayor y ya piensa así. Además ¿cómo va a repartir por todo el mundo en una sola noche tanto juguete?
-Y si Papá Noel no existe ¿quién hace ese trabajo?
-Tú ya lo sabes mamá, lo hacéis los padres, cada padre a sus hijos y así no es tanto trabajo. ¡Ni es imposible!
- ¿Y tú por qué crees que nos inventamos todo eso los padres? dije esperando la tercera respuesta a esta pregunta, recordando clarísimamente cuales habían sido, años atrás, la primera y la segunda:
1ª respuesta años atrás: - Porque nos queréis mucho, mamá. ¡Arrea, pensar que estuvisteis todos estos años haciéndonos tantas sorpresas y regalos!
2º respuesta 2 años menos atrás: Porque sois unos cabrones que os gusta engañar a los niños, ¡No me lo puedo creer todavía! ¡Hasta en el telediario están confabulados con los padres! ¡Menuda mierda de país!
Y ahora llegaba la tercera respuesta. Con ella pretendía saber en que orilla estaba mi niño pequeño, la de los agradecidos o la de los ofendidos... y me demostró que hay tantas orillas como cerebros y corazones humanos.
-Porque es una tradición... bonita... que os gusta seguir... - dijo con grandes pausas y enumerando nuestras razones- Una tradición muy antigua que es divertida... y que hace que todos lo pasemos bien, los niños y los padres.
Aluciné...no sé porqué aún me sorprendo... pero lo hago y mucho.
También me dijo que no creía que él bajara de la luna, como fuimos inventándolo juntos desde que era muy pequeño.
- Y si no bajaste de la luna ¿dónde naciste? ¿Sabes? -pregunté yo con cara de no saber casi nada.
- Si no lo sabes tú ...qué voy a saber yo...pero creo que naci en una barriga, como todo el mundo.
- ¿En una barriga? ¿Y sabes en que barriga?
- En la de mi madre.- A estas alturas ya se había vuelto a poner de pie sobre la cama.
- Ahhh, así que tienes una madre por ahí... -dije con aire de mujer retante y juguetona
- Sí - me dijo, con cara de marido de 9 años que quiere una reacción de celos.
- Entonces... - dije yo jugando a mujercita ofendida- si tu madre anda por ahí...¿tendrás ganas de saber quién es? ¡Digo yo!
- Sí, tengo ganas de saber su cara y también los apellidos verdaderos.
-Pues no te preocupes cariño- dije enternecida, olvidándome por completo del papel que él me pedía interpretar- que yo no sé nada de quién es tu madre, ni de cómo naciste, de eso no nos dijeron nada, pero cuando tengas 18 años, si tú quieres, te lo dirán, porque tienes todo el derecho del mundo a conocer su cara y sus apellidos.
Ante mi disposición, mi falta de competitividad, o lo que él percibiese en mí, se volvió a sentar y me preguntó, con ojos de abrázame que ya no puedo más- ¿quién me lo dirá?
-Los de menores, cariño. Ellos te lo dirán.
Menores, adopción, madre biológica, son palabras que oyó desde siempre, pero que también asoció con su luna de agua y su gnomo rescatador, narración de la historia que el quiso inventarse pero que sabe que forma parte de un cuento.
Estaba sentado sobre la cama mirando hacia la luna con la misma mirada que el niño de la foto, así que yo le pregunté:
-Entonces, cariño, si yo no soy tu madre ¿qué soy, tu madrina?
- No, mis madrinas son Diana y Mami. Me dijo con cara de ruego de abrazos de amor.
Necesitaba ver miedo y pena en mi destronamiento de madre, madrina... el mismo miedo y pena que el sentiría si no fuese mi hijo de verdad. Así que yo hice pucheros y gemí y fingí llorar desconsolada con el teatro suficiente para reir los dos en vez de llorar, y le volví a preguntar con la cara de perdida que él quería ver en mí: -Entonces... ¿yo qué soy mi amor?
-Tú eres...eres... - dijo totalmente derretido y con ganas de todos los besos que caben en su espalda, y todos los abrazos que aguanta un niño muy mimoso. - Tú eres mi mamá.
-¡Ay, qué susto me dabas!- Solté expresando mucho alivio- Porque yo siempre creí que una mamá era...
Y los dos empezamos a decir la retahíla que tanto nos gusta, poniendo cada uno una razón en el montón:
La que cuida a sus hijos.
La que los mima.
La que los mata a besos y los vuelve a resucitar.
La que les mide la espalda para saber cuantos besos les caben, para que no se deje ninguno fuera.
La que les rrrrrriñe.
La que les pone las toallas frías cuando tiemblan con la fiebre.
La que siempre me deja dormir en su cama cuando estoy malito.
La que se inventa historias imposibles de ser verdad, todas de Palavea y de cosas que yo no debo hacer.
La que besa y sopla las heridas.
La que me lee y me escribe cuentos.
La que juega al uno, al parchis, al ajedrez...
La que no quiso tener más hijos en su barriga para...para... esperarme a mí.
Le di los cientos de pactados besos y unos cuantos más, y me fuí de allí a contárselo a todo el que quiso escuchar, pero la cosa no acabó aquí: La tarde de Nochebuena dijo que tenía que escribirle la carta a Papá Noel, para "por si acaso, que nunca se sabe..."y se la mandó, como siempre, por email.
papanoelpolonorte@gmail.com pero antes imprimió una copia y se la dió a su padre. Tú mandas, me dijo, pero él es que va a comprar.
Si hay algo que me fascina de los niños es cómo crecen y nos regalan sus reflexiones. Me encanta acompañarlos en la conquista de su asombro.