lunes, 28 de enero de 2008

Necesito un cuento para dormir.



He visto que eran las dos y doce, 212 una hora muy pato, o muy pata, o muy ...puta, ¡una lata!. Estoy despejada pero me tengo que acostar, estas no son mis horas...
Vivo las mañanas con mucha intensidad y necesito estar fresca y... ¡ya me voy de aquí! pero antes se me ocurrió una cosa, y es preguntaros si conóceis la historia de este cisne.
¿Alguien me la quiere contar?
Me gustan los cuentos, mucho y que me los cuenten a mi...mucho más.
Mis amigos escribís muy bien. Todos, sin excepciones, así que ...podíais hacerme ese regalo. No seáis vagos, ni pudorosas, y contarme, por favor, ¿qué hace el cisne nadadando en esa la lata...?
¡Hastaaaaa maaaañaaaaanaaaaaaa!

domingo, 27 de enero de 2008

Desyuno con diamantes



Desayuné con la luz del sol entrando en la cocina, con mi enanito enfrente leyendo a Mortadelo y con la mesa llena de exquisitos manjares.
Me encanta desayunar con la tranquilidad y el orden necesarios. La cocina recogida y la mesa llena de colorines de frutas, bollos , jamones, y mermeladas.
Hoy amaneció tan lindo y con tantas ganas que quise fotografiar el desayuno pero , como casi siempre, me había olvidado de poner las pilas a cargar y no pude.


La luz dorada de la mañana , derramándose sobre la mesa de la cocina y sus manjares, hacian de mi desayuno un momento para estirar y eternizar, para atar con mis ganas y mi cámar. Pensaba, mientras saboreaba mi pan tostado con caramelo de aceite de oliva y azucar moreno, y mis lonchas de jamón rellenas de mermelada de naranja amarga. Quise retratar guapo mi desayuno pero ...mi cámara no tiene sensores que se enciendan con mi voz... (Aquí se me ocurre una historia hermosísima sobre un amor que se enciende sólo con palabras...)

Mientras saboreaba y pensaba colgar aquí la foto de hoy, recordé otra foto y otro desayuno que me apetecía mucho más colgar aquí.

Nos fuimos los tres juntos.

Abandonando la supuesta compostura que debe llevar consigo una mujer casada, invité a ese amigo que tengo al otro lado de todas mis orillas.
-Tengo la auto ¿te vienes conmigo?

Así empezó una conversación que duró quince minutos por un chat, antes de la comida. A los tres minutos de empezarla ya habíamos decidido que mejor ir al interior que al mar. Él mima las costas, las suyas porque además de gustarle le pagan, y las mías porque además de gustarle, me quiere. Pero demasiada arena y mar para irnos a pasar dos días

¿A qué hora acaba tu hermano? ¿te apetece? Pues le esperamos y nos vamos los tres.

Allá me fuí un soleado y hermoso sábado de septiembre a buscarlos a mi barrio.

Como siempre estuvimos en la gloria, o como queramos llamarle a ese punto mágico donde hace treinta años dejamos instalado nuestro miroscopio, ese que podemos encoger y estirar y por el que aparezca la imágen que aparezca, siempre encontraremos una risa incontenible , incluso en medio de las lágrimas y la tristeza.

No fuimos al interior, no, nos fuimos a la contradicción, como siempre, esta vez a los acantilados más altos de Europa, disque, donde la oscuridad de la noche brilla tanto de estrellas, que crees estar en tu pasado.



Ciudades que apagan estrellas, bosques talados y quemados, urbanizaciones que desdibujan las costas, canteras que rompen el perfil de aldeas y mágicos luares... Allí no existen. Nada . Todo está igual que antes. Que el antes mío, que el antes de mi madre, que el antes de mi abuela...

Indudablemene el tiempo está detenido en San Andrés de Teixido, igualito que el cariño que sentimos los tres. Detenido en un punto sin retorno, donde ni una gota se puede perder, ni evaporar, ni deshacer, donde no puede crecer más, de tan crecido que nos ha salido. Un cariño que no reconoce el antes, ni el hoy, ni el mañana. Un cariño intemporal...eterno.

Hubo noche en la playa, un cuento antes de dormir y un amigo que se convirtió en piedra hasta que llegó la manaña, entonces buscamos una mesa donde desayunar...


Le pedí permiso a mi "exquisito" para poder colgar aquí la foto del desayuno con diamantes, y me lo dío, me dijo que vale, riéndose de él. Dijo que porque ya casi estábamos en carnaval y de ese modo ya no importa y todo vale, pero voy a colgar otra foto más en la que se les ve, porque quiero peresumir de ellos.


Con todo mi amor, ese que está detenido porque no necesita moverse más que para poder disfruarlos, quiero que la baba me cuelgue desde Irún hasta Sevilla, pasando por Valladolid.


Le pedí permiso a él, mi debilidad triangular. A su hermano no se lo pedí... y aunque sé que se enterará, porque nostros se lo digamos, pues no tiene internet, ni móvil, ni báscula que escupa papelitos con las cuentas... supongo que todo lo más que le dará será un ataque de risa. Como siempre, con el cariño detenido.


El viernes te veo... con mi pistola y mi corazón. Besos.
















martes, 22 de enero de 2008

Niño Pensando

Tengo que escribir esto antes de que me olvide de cada gesto y palabra. Antes de que la emoción se deslice evaporada por las lagunas que fabrica la memoria. Antes de que la reinvente y mi niño me riña por no saberla repetir palabra por palabra cada vez que la cuente. Ocurrió unos días antes de Nochebuena.


-Yo ya no creo en Papá Noel.- me dijo mi niño pequeño mirándome de reojo mientras se ponía el pijama de pie, encima de su cama.


-¿Ah no?- pregunté yo.


- No - me contestó rotundo y sereno pero espectante y expectante. (Es que estas dos palabras me majarean... Observar, esperar... pues a ver si alguien hace una que sirva para las dos cosas: expecespectar?)


Siempre que me comunica una de sus brillantes conclusiones poniendo en duda lo que le hemos vendido desde pequeño, lo hace así.

-¿Qué pasa? -pregunté yo- ¿qué ninguno de tus amigos cree y por eso tú tampoco?


Todos mis hijos saben desde muy pequeños que el "todos los demás lo hacen, lo dicen o lo piensan" no nos sirve de argumento. Así que se sentó en la cama, abrió la cremallera de su edredón-saco y se metió dentro, boca abajo, como siempre, y me soltó, con pose de linda tortuga:


- No es por eso mamá, es que ya...pienso. Y pensando ya no puedo creerme que los renos vuelen, y que Papá Noel entre por la chimenea, ¿qué pasa es de chicle? Mi cabeza ya es de mayor y ya piensa así. Además ¿cómo va a repartir por todo el mundo en una sola noche tanto juguete?


-Y si Papá Noel no existe ¿quién hace ese trabajo?


-Tú ya lo sabes mamá, lo hacéis los padres, cada padre a sus hijos y así no es tanto trabajo. ¡Ni es imposible!


- ¿Y tú por qué crees que nos inventamos todo eso los padres? dije esperando la tercera respuesta a esta pregunta, recordando clarísimamente cuales habían sido, años atrás, la primera y la segunda:


1ª respuesta años atrás: - Porque nos queréis mucho, mamá. ¡Arrea, pensar que estuvisteis todos estos años haciéndonos tantas sorpresas y regalos!


2º respuesta 2 años menos atrás: Porque sois unos cabrones que os gusta engañar a los niños, ¡No me lo puedo creer todavía! ¡Hasta en el telediario están confabulados con los padres! ¡Menuda mierda de país!




Y ahora llegaba la tercera respuesta. Con ella pretendía saber en que orilla estaba mi niño pequeño, la de los agradecidos o la de los ofendidos... y me demostró que hay tantas orillas como cerebros y corazones humanos.


-Porque es una tradición... bonita... que os gusta seguir... - dijo con grandes pausas y enumerando nuestras razones- Una tradición muy antigua que es divertida... y que hace que todos lo pasemos bien, los niños y los padres.


Aluciné...no sé porqué aún me sorprendo... pero lo hago y mucho.

También me dijo que no creía que él bajara de la luna, como fuimos inventándolo juntos desde que era muy pequeño.

- Y si no bajaste de la luna ¿dónde naciste? ¿Sabes? -pregunté yo con cara de no saber casi nada.


- Si no lo sabes tú ...qué voy a saber yo...pero creo que naci en una barriga, como todo el mundo.


- ¿En una barriga? ¿Y sabes en que barriga?


- En la de mi madre.- A estas alturas ya se había vuelto a poner de pie sobre la cama.


- Ahhh, así que tienes una madre por ahí... -dije con aire de mujer retante y juguetona


- Sí - me dijo, con cara de marido de 9 años que quiere una reacción de celos.


- Entonces... - dije yo jugando a mujercita ofendida- si tu madre anda por ahí...¿tendrás ganas de saber quién es? ¡Digo yo!


- Sí, tengo ganas de saber su cara y también los apellidos verdaderos.


-Pues no te preocupes cariño- dije enternecida, olvidándome por completo del papel que él me pedía interpretar- que yo no sé nada de quién es tu madre, ni de cómo naciste, de eso no nos dijeron nada, pero cuando tengas 18 años, si tú quieres, te lo dirán, porque tienes todo el derecho del mundo a conocer su cara y sus apellidos.


Ante mi disposición, mi falta de competitividad, o lo que él percibiese en mí, se volvió a sentar y me preguntó, con ojos de abrázame que ya no puedo más- ¿quién me lo dirá?


-Los de menores, cariño. Ellos te lo dirán.


Menores, adopción, madre biológica, son palabras que oyó desde siempre, pero que también asoció con su luna de agua y su gnomo rescatador, narración de la historia que el quiso inventarse pero que sabe que forma parte de un cuento.

Estaba sentado sobre la cama mirando hacia la luna con la misma mirada que el niño de la foto, así que yo le pregunté:

-Entonces, cariño, si yo no soy tu madre ¿qué soy, tu madrina?

- No, mis madrinas son Diana y Mami. Me dijo con cara de ruego de abrazos de amor.


Necesitaba ver miedo y pena en mi destronamiento de madre, madrina... el mismo miedo y pena que el sentiría si no fuese mi hijo de verdad. Así que yo hice pucheros y gemí y fingí llorar desconsolada con el teatro suficiente para reir los dos en vez de llorar, y le volví a preguntar con la cara de perdida que él quería ver en mí: -Entonces... ¿yo qué soy mi amor?


-Tú eres...eres... - dijo totalmente derretido y con ganas de todos los besos que caben en su espalda, y todos los abrazos que aguanta un niño muy mimoso. - Tú eres mi mamá.

-¡Ay, qué susto me dabas!- Solté expresando mucho alivio- Porque yo siempre creí que una mamá era...

Y los dos empezamos a decir la retahíla que tanto nos gusta, poniendo cada uno una razón en el montón:

La que cuida a sus hijos.


La que los mima.


La que los mata a besos y los vuelve a resucitar.


La que les mide la espalda para saber cuantos besos les caben, para que no se deje ninguno fuera.


La que les rrrrrriñe.


La que les pone las toallas frías cuando tiemblan con la fiebre.


La que siempre me deja dormir en su cama cuando estoy malito.


La que se inventa historias imposibles de ser verdad, todas de Palavea y de cosas que yo no debo hacer.
La que besa y sopla las heridas.


La que me lee y me escribe cuentos.


La que juega al uno, al parchis, al ajedrez...


La que no quiso tener más hijos en su barriga para...para... esperarme a mí.








Le di los cientos de pactados besos y unos cuantos más, y me fuí de allí a contárselo a todo el que quiso escuchar, pero la cosa no acabó aquí: La tarde de Nochebuena dijo que tenía que escribirle la carta a Papá Noel, para "por si acaso, que nunca se sabe..."y se la mandó, como siempre, por email. papanoelpolonorte@gmail.com pero antes imprimió una copia y se la dió a su padre. Tú mandas, me dijo, pero él es que va a comprar.




Si hay algo que me fascina de los niños es cómo crecen y nos regalan sus reflexiones. Me encanta acompañarlos en la conquista de su asombro.





sábado, 19 de enero de 2008

Sucedáneos y Mimosas



Cuando viví en Madrid lo más parecido que pude encontrar a la sensación de pasear junto al mar era ir el mercado de Legazpi.


Cuando llegué era otoño y apenas venteaba, para alguien como yo criada al borde de los acantilados, pero cualquier tarde que estuviese libre y que sintiese la más ligera de las brisas, salía corriendo hacia él y me paseaba por medio de los camiones cargados de sal y pescado, que nunca supe que hacían allí (porque Legazpi era un mercado de frutas y verduras...)


Legazpi era mi mar en Madrid. Lo descubrí una de aquellas tardes en que tú jugabas a que no tenías voto de castidad y yo a que no tenía novio, ni estaba perdida.


Sólo jugábamos a ello de la cintura para arriba, pero era tan hermoso como sentir que en Madrid se podía pasear junto al mar. (Una de esas ilusiones que me empeño en vivir porque me da la gana)


Cerraba los ojos y esperaba que una ráfaga mínima de viento me trajese el olor y el sabor del Atlántico, que viajando a ritmo de milla gallega llegaba a mí prendido en la carga de los camiones, y conseguía, durante los breves instantes que justificaban aquella extravagancia, beber con todos mis sentidos la ilusión del paseo por sus acantilados y playas cogida de tu mano.
¡Ohhhhh!recuerdo como esperaba tus besos, paciente y sabedora de que en cualquier momento lloverían sobre mis labios. Porque eras tú el que me los daba a mí...porque yo no me sentía con derecho a nada.


Legazpi era un sucedáneo... pero inventándome un mar en Madrid descubrí que quien me esperaba en mi tierra era el otro sucedáneo, y que si tú hubieses querido, por aquellos remotos años, hubiera sido tu chica, tu novia, e incluso tu... sacristana. y con mis besos te hubiese fabricado tu única sotana, jajajajajaja.


Estuve mucho tiempo inventando sucedaneos de mares y de novios, y hoy todavía no tengo ningún argumento contra ninguno de ellos. Ayudan a plantar ilusiones en los días y a fabricar mundos a la medida. Me encantan, y me han venido muy bien, pero hace tiempo que elegí vivir a la orilla de mi único mar, esperando que sus olas quieran besar y lamer mis pies y... todo lo que él quiera.




Esta tarde paseé por la isla, me sé de sobra que siempre está distinta y preciosa, pero jamás deja de sorpenderme. Hoy el mar, como casi siempre, era un plato. El cielo y el agua eran lilas y la arena estaba rebosante de algas, pero aún así, haciéndose paso entre verdes salitres , dulces pinos y aplastantes eucaliptos, el aroma de dos mimosas era el que llenaba una de sus playas. Una era un árbol precioso, la otra... era yo, pensando y sintiendo el amor desde mi orilla.
Tienes que venir y poner tu oreja junto a la mía, como si te acercases a una caracola, escucharás el mar y el amor que llevo dentro. Y yo te recodaré, entre risas, lo bien que repartías tus besos...
Luego recodré a Carmen y a las mimosas que plantó...

miércoles, 16 de enero de 2008

Trozos de enero : Aguas de Océanos




Hace unos días, en medio de toda la ilusión de la que soy capaz y empapada por la admiración que siento hacia “esa extraña pareja” que hacen Pepe y Adán, verdaderos magos capaces de transformar lo cotididiano en un sueño con el que luego nos obsequian, asistí a una de tantas hermosas narraciones de sus vidas y las personas que habitan en ellas.
Mientras Pepe me contaba que a una amiga suya se le metió entre ceja y ceja o, entre lo que a ella le dio la gana, juntar las aguas de todos los océanos de modo literario y sagrado, estas tres palabras “aguas de océano” escaparon de su narración haciendo ondas y tomaron vida propia.



Aguas de océanos.

Mis oídos se llenaron de olas y gaviotas, y no me extrañó porque el mar vive dentro de las caracolas, como el amor, para siempre, sólo hay que pararse a escucharlo, y como eso lo sé...no me extrañó.



Aguas de océanos.
Mi olfato me trajo el olor a algas, sal y piel caliente y tampoco me extrañó... pues éste, además de hacerme viajar por el tiempo, tiene aún más memoria que yo.



Aguas de Océanos.
Mi ojos llenaron mi cocina de bravas olas azules y bahías verdes descansadas. Ambas lamían mis pies y, cada seis horas, cuando la marea crecía, ellas acariciaban mis rodillas o masajeaban mi nuca, depende...pero las dos cosas me gustaban.

Las sillas y las mesas flotaban con los niños y las abuelas sentados en ellas. Y no me extrañó ver a mi madre y a mis hijos navegando sobre barcossillas, porque alguien me había contado con ojos enamorados que al agua no hay muro que la contega y además yo sé... que puede nacer donde menos la esperas.



Aguas de Océanos:
Mi piel se llenó de salitre y mi pelo de largos rizos que van perdiendo las sirenas. Mis labios probaron la sal en las olas y mi lengua quiso lavarse en ellas, y no me extrañó quedarme sin palabrotas para todo el día…porque me sabe y me sienta tan bien el mar que a más de cien metros de la orilla me siento desabrazada y... tierra adentro.



Aguas de Océanos:
Mi corazón se llenó de una marea plácida y tranquila con mansas olas que lamían mis heridas. Entraban y salían de mis alcobas llevándose cualquiera de mis trastos olvidados y lavando el polvo anclado en las abandonadas esquinas. Una vez más se sintió limpio y no me extrañó... porque no hago inventarios de agravios y sé desprenderme de todo aquello con lo que no me es posible ser feliz.

Mientras Pepe me lo contaba y yo veía, saboreaba, olía, y sentía aguas de oceáno dentro y fuera de mí, volví a recordar que nuestras células todavía llevan impresas la huella de haber sido plasma marino y que por eso era tan sencillo sentirme anegada por el mar y seducida por cada una de sus gotas de agua salada.


De repenté tuve la certeza de que a mí me bastaría con una sola lágrima derramada en un océano para sentir las historias hermosas y terribles que navegan por ellos. Y sentí el deseo de mezclar esas gotas y llevarlas colgadas de mi cuello en un diminuto frasquito de cristal con forma de lágrima a modo de homenaje, pero como en mi caso, conseguirlas todas supondría ponerme obsesiva y petarda con mis amigo viajeros... decidí llevar en mi cuello una sóla gota lágrima de mi oceáno.

Dentro irían la voz de María, la vieja que se sentaba cada tarde en la playa de Panxón llamando desesperadamente a su amor, porque no podía recordar que diez años atrás él había dejado de poder volver a ella.
También estarían las ilusiones y penas de Constantino, que fue a Cuba a buscar fortuna y la encontró dentro de un saxo tenor, y que cuando regresó a su casa, nada más pisar tierra, la perdió al enamorarse de una mujer faltona, desconsiderada y tan egoísta que en vez de cabellos le nacían narcisos y a la que sus iris, de tanto mirarse al espejo, perdieron la capacidad de reflejar cualquier imágen que no fuese la suya
En mi lágrima de mar navegaría a incertidumbre de Estrella, que regresó de Venezuela a vivir en con su hijo, vieja , muy vieja, de cuero y chocolate, pero eso sí, con la misma piel de la mulata que, durante los años en que ella siguió en galicia, había vuelto loco a su marido.
También estaría Fidel con sus lágrimas de niño que ve partir al padre, luego a la madre, y que luego tiene que partir él, dejando sóla a la abuela y a todas las otras madres que cuidaron de él, y que hoy, en su setenta cumpleaños, elige, como regalo, destrozar su perenne ilusión de regresar a la aldea, para poder seguir junto a sus hijos y nietos, que por supuesto ni se plantean volver. Sus lágimas de anciano y niño todavía saben a miel.
En mi frasquito se escucharían la risas del muchacho que se fue a Londres y triunfó entre tililantes gelatinas de colorines y pasteles de carne picada, mientras escupía en los platos de los Lores que consideraba que lo maltrataban.
De mi colgante sadrían jadeos de amantes, desnudos bajo el sol o las estrellas, conjurando la incertidumbre, la soledad y el anhelo; Y con una simple mirada se podrían leer las historias de todos aquellos que usaron el Atlantico para ir y venir de sus vidas, y de todos lo que se quedaron en tierra esperando que otros marchasen o llegasen de nuevo a ella.


Canciones de amor y cuna, carcajadas de puta, lamentos de marinero, danzas tribales, encorsetados rezos, ruegos, risas, llantos, anhelos...todo lo que alguien sintió algún día se haría presente sólo con acercar el oído, o el corazón, al cristal, como con las caracolas y el sonido marino...como con las madres y sus niños...como con los amores de verdad... igual... igual...igual...

Hoy he colgado de mi cuello la gota de océano y he de confesaros que cambia de color como la piedra que me regaló mi novia de Irún, hoy está de color gris pena por los marineros que han desaparecido. Gritan que quieren volver a casa, que no entraba en sus cuentas el haberse ido. He mirado dentro y he descubierto que la marea de mi frasco había crecido con las lágrimas de los que, aferrados al amor y sin consuelo posible, les siguen esperando en la orilla, y por supuesto... tampoco me extrañó.






En la Ortigueira Asturiana, además de lápidas que rinden homenaje a los marineros que no pudieron volver del mar, encontré esta campana del viejo faro... estaba cubierta de óxido y niebla, pero salvó tantas vidas que ...la tuve que besar.

jueves, 10 de enero de 2008

Mi panadero: Amor a Quemarropa

El primer dilema moral que recuerdo sobre el que opiné con pasión, apareció ante mí cuando estaba a punto de cumplir seis años, aunque ya me había torturado algún remordimiento de conciencia anterior, nada había tenido la intensidad de aquello.
La culpa arde en el corazón, pensé, pincha caliente, se clava y su humo sabe amargo, pero la traición tiene que cortar por dentro y dejarte sangando para toda la vida.


El cuento de las cabritillas y la mamá que las dejaba solas, y cómo el lobo obligaba al panadero a pintarle las patas de blanco, para engañar a las siete criaturas indefensas, ya me había planteado el dilema.
Mi madre lo resolvía diciendo que al panadero no le quedaba más remedio si no quería morir, a lo que yo contestaba que era muy injusto porque cambiaba una vida por la de siete niños, el muy desgraciado.
Mi padre decía que cuando la vida de uno está en peligro nos parece que vale más que la de siete, o siete mil, pero que eran siete cabritillas indefensas!!!! y el era un hombre! ¿podría hacer algo, no?
Mi hermano me decía que era tonta porque lo que cambiaba el panadero era la vida de un hombre por el de siete cabras, a lo que yo contestaba que eran cabras habladoras (sabían preguntar ¿quién es? cuando llamaban a la puerta) así que en ese cuento las cabras y los hombres valían lo mismo, y entonces todos me preguntaron qué haría si fuese el panadero y un lobo estuviese a punto de destrozarme con sus dientes, y no lo dudé ni un instante:
-Le engañaría- dije muy seria- Le haría creer que en mi horno estaba asando veinte cabritillas y que si no las quitaba pronto de allí se carbonizarían. M mientras buscaría un buen palo y cuando el lobo se diese la vuelta para mirar en el horno, le daría un golpe seco en la cabeza.
Mi madre se rió, mi hermano se mofó, y mi padre me dijo que era una valiente, pero ya había llegado mi abuelo que me invitó a escribirle un nuevo final al cuento.


Nunca entendí como todo el mundo podía justificar que el panadero accediese al deseo del lobo aún para salvar su vida...nunca, ni siquiera ahora.
Pero aquella tarde de marzo el dilema vino a mí porque alguien había escrito en la pared del baño: "Doña Mari es una puta".
Acabábamos de saltar del cielo de las doñas Lolitas de parvulitos a la tiranía de aquella terrible sargenta. Con ella, mientras torturaba con burlas y castigos a mi compañero, me había salido mi primer eczema en la cabeza. Yo lo había contado en casa, y me decían que algo habría hecho ese niño para que la profesora le tuviese que reñir, y que el eczema me había salido por rascarme. -Pero no es que le riña, mamá, ¡es que le hace mearse encima!
Así que esa tarde cuando Doña Mari me cogió de la oreja y me dijo:
Sólo tú , Tito y Genoveva tenéis buena letra, y me arrastró hasta la pintada del baño, me sentí como el panadero, porque de inmediato reoconocí la letra del niño que llevaba sentándose a mi lado desde hacía dos años .
"Dona Mari es una PUTA" , ponía en el azulejo del baño de las niñas.
Se lo había chivado Marimar que era tan mala como la quina y que nunca chupaba una bronca.
Primero pensé en jurar por dios, aunque me fuese al infierno de cabeza, que había visto a la chivata pintando sobre el azulejo para vengarme por todas sus maldades rubias sin dientes. Luego pensé decirle a Doña Mari que el culpable estaba dentro del water y darle un buen palo en la cabeza en cuanto se diese la vuelta, pero eso me pareció bueno para un día cuento, pero no para un día de cole. Cuando ya me había quedado sin recursos, ,y el baño y la profe habían multiplicado su tamaño por diez, de repente, no sé ni cómo, le solté un:
"Claro que se quien fué pero...ni aunque me mate se lo diré"
que me pareció tan literario y consecuente con lo que yo pensaba del panadero y las cabritillas, que la que se multiplicó esta vez fui yo. Su bofetada en la cara paró mi crecida y las dos, junto con el baño, volvimos a quedar a tamaño natural, pero no pudo sacarme nada, ni ella, ni la directora, ni mi madre cuado llegó.
NA DA de NA DA. NA DA de NA DA. NA DA de NA DA sonaba dentro de mi cabeza como un columpio oxidado. Me sentí mi propia héroe y me gustó...mucho.
Intentó torturarme el resto del año, pero no pudo porque yo ya le había perdido el miedo, y me daba igual todo lo que me hacía y me llamaba.
¿Nos va a tirar de los pelos doña Mari, o hoy nos tendrá todo el día mirando a la pared?
Así le habala yo. Mi madre acabó visitándola y parándole los pies, las manos y la mala baba, y yo no le volví a consentir que en mi presencia torturase a ningún niño sin hacerselo saber.
"Usted hace mearse a Tito, Carmen tartamudea en cuanto la ve, y a mi me tuvieron que rapar un trozo de la cabeza por usted, sólo por usted". Me nombró su secretaria y me apuntó a toda cuanta actividad se hacía fuera de la clase sólo para no verme el pelo... así empezó mi carrera por los pasillos del colegio.


Mucho tiempo después me encontré con esta hermosa película y su preciosa música, que por supuesto no es la que sale en este trozo, aunque ésta además de maravillosa quede aquí como dios en las iglesias. En ella encontré al panadero que hubiese querido encontrar en el cuento de las cabritillas dando una oportunidad a éstas.
Buscan a su hijo, por supuesto no lo va a vender. Tiene una buena paliza encima cuando le dan a elegir entre morir rápidamente, para ello tiene que entregarles a mis cabritillas, o sufrir al estilo siciliano...
Mi panedero convierte los últimos minutos de su vida en... pura dignidad. Lo reconocí de inmediato, en cuanto lo vi crecer y multiplicarse por diez..mil.

Subo este vídeo en castellano, pero dejo quí el enlace a la secuencia original y completa:http://es.youtube.com/watch?v=ZnAdWKiy-sc&feature=related



domingo, 6 de enero de 2008

Segundo Trozo de Enero...Antony and The Johnsons

Estoy bien, pero cansada y con ganas de dejarme caer sobre la cama, lánguida y maquillada de chica dura, y que mi hombre me recoja.

Hoy no tengo ganas de escribir, ni de subir lo que espera escrito tras el editor de entradas, pero quería dejar constancia de esta canción tan hermosa que me está diciendo tanto. Además, pertenece a la banda sonora de la película "La vida secreta de las palabras" cuyo título me fascina.
La película aún no la vi, aunque ya se que, cuando lo haga, convertirá esos 112 minutos de mi vida en un agradable y provechoso recuerdo lleno de imágenes en las que una palabra tras otra, irán construyendo uno de esos guiones de amor que me hacen sentir viviendo en la intensidad.
No tengo ninguna duda de ello, como no la tengo de la vida secreta de las palabras. Las mías, sin ir más lejos, escapan de mi corazón sin previo aviso, incluso a veces sin permiso, e intentan desesperadamente atravesar toda suerte de paisajes y condiciones atmosféricas hasta atravesar tu piel y rozar tu corazón, pero ¿y todas aquellas que no lo consiguen? ¿y las que encierro con llave bajo el esternón, jodidas por tanto aleteo de mariposa?

¿En que limbo flotarán aquellas que nunca llegaron ni llegarán a tu piel ? ¿En dónde y cómo estarán? ¿Escondidas tras los besos perdidos? ¿enredadas en algún otro bosque de piernas? ¿Llorando lágrimas negras y azules de tinta? ¿Prendidas en las agujas de un reloj que no transcurre? ¿Mareadas de tanta curva en el camino? ¿O esperando, en secreto, sin contármelo ni a mi, por otro jardinero que cuide de sus alas de pétalo?

No se... quizás estén ahí...esperando a poder derramarse como la luz de una bombilla, en el asombroso cuento de García Márquez "La luz es como el agua", y logren salir de su encierro como una cascada, rompiendo cristales a su paso para poder vertirse por nuestras fachadas. Palabras cargadas de luz, chorros brillantes derramándose sobre nuestras vidas como agua dorada de lámpara invernal.

Quizás , sin más, estén agotadas nadando en en un hermoso lago, y los lagos, por muy hermosos que sean, y por mucho que en alguna ocasión puedan atrapar las platas de la luna, son agua muerta... sin salida, sin idas, ni venidas. Agua hermosa pero estancada.

No lo sé y no me importa. Allá ellas..., lo que sí se es lo que provocan las tuyas en mi: A veces ilusión, a veces desazón, a veces un dolor agotador, a veces admiración, a veces asombro, a veces pasión estremecida, a veces desencantamiento, a veces fuego, a veces hielo...

Pero hoy sólo quiero besos, actos de amor y olvidarme de que existe un mundo lleno de palabras que vagan, borrachas de tantas vueltas y distorsionadas por tantos silencios, sin llegar a ti, ni a mi.

Hoy sólo quiero labios y aprender a dejarme cuidar, y soñar que lo consigo.

No os perdáis la canción, vale mucho más que todo este rollo, que sin querer escribir... he escrito.
Antony and the Johnsons (live at Malta) Hope There's Someone

Mis palabras sobre Antony... no tienen vida secreta... todas derraman admiración pública y notoria.













martes, 1 de enero de 2008

PRIMER TROZO DEL 2008



Nunca hago listas de propósitos cuando el calendario dice que cambia el año, prefiero los labios a las uvas y que el número doce me sepa a besos.

Inauguré el milenio yéndome a la cama con Harrison Ford...
Parece ser que nos quedamos dormidos antes de las doce, en camas, e incluso continentes, diferentes, pero montados en la misma burra y hastiados de las sugerencias para celebrar aquel "momento histórico".

No creo que nada especial ocurra porque el reloj marque una vez más las doce, ni que mi vida vaya a cambiar porque la madrugada se llame dos mil, dos mil siete, o dos mil ocho.

Mis fiestas tienen más que ver con quién vaya a estar en ellas que con ninguna fecha, y la palabra calendario imbricó su significado con la imagen de un hombre al que yo amé y deseé con orgullo y que hoy sigue siendo mi amigo.
El contenido y el continenente colocados como escamas de pez: CF,FC...


Sólo el solsticio de verano con saltos de hoguera y agua perfumada y los cumpleaños de zanahoria y coco son inamovibles en mis ritos. Pero desde hace días, una canción me sacude, me mueve, no me deja parar de bailar, haciéndome sentir muy viva y llena de poderío. Y a ésto se le ha dado por ocurrir justo en la línea que cruza el 2008, y a mi me apetece celebrarlo.
Así que subo a este caja morada y azul el enlace. Suena mal pero podéis buscarla en goear que ahí sí que suena bien.

Habla de una línea que ya está dibujada y cuenta que el que no espabile se quedará atrás porque ...los tiempos están cambiando.

La música y la voz del dandy que "Avalonó" tantas de mis noches hace que estrene con esta canción el año llamado dos mil ocho, año internacional del planeta Tierra.

Por ello esta noche de insonnio cagarrínico (soy así...) quiero inaugurar la nueva hoja de un calendario sin ninguna imbricación ni contenido porque:


The Times They Are A-Changin



¡FELIZ AÑO!