Ay, esas númbias y esos lúmbios que me recorren entera a la vez que tus murianos carnitan posándose en mis landias.
Landias enarmoladas que revolotean por tus amorosos lenbrilares.
Bercos, panglares, siluapes, revolvones... y al final todo bamblios que liban y derriten "hasta el límite de las gunfias."
María Corleone: Rayada, Cap. 26 (aunque tú digas que menos) Alguna vez pensé que para describir lo que puedo llegar a sentir sería necesario ampliar el idioma, ya sé que puede parecer pretencioso, pero tambien sé que conociendo tantas palabras ninguna describe la intesidad de lo que siento cuando bercas y carnitas en mis landias...Pero es que además cúantas veces escucho eso de que mis palabras no dicen lo que pienso que estoy diciendo...
Y vas tu y me regalas esto:
"Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpaso en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias."
Julio Cortázar: Rayuela, Cap. 68