martes, 29 de abril de 2008

Un bosque menos una mierda más

Se lo han cargado. El bosquecito de enfrente del camino de mi casa. Ramos de primaveras, sombra de veranos, meriendas de niños, fresas de gnomos, alfombras de helechos, confidencias telecom, castañas de difuntos, carballos preñandose contra la tierra, huevos de aves libres escondidos en los tocones, conversaciones con las ardillas, cantos de lechuza, sombras recortadas por la luna, caricias para el alma... se lo han cargado. Mierda, no hay medida. Media Galicia plagándose de arrasadores eucaliptos que nacen tras las quemas, y se cargan la diversidad, lo natural, lo verdadero. Los carballos están protegidos pero la peña los arranca y ...no pasa nada.
Otra vez mierda! Un bosque menos, una urbanización más, seguro, y total...sobran casas vacías por todas partes, en el campo y en la ciudad. Cascos históricos esperando a que los especuladores quieran ponerlas a la venta, casas que llenaron los bolsillos de los constructores que ahora se quejan, casas que han enriquecido, como nunca, a piratas y banqueros, (se me ha escapado utilizar dos palabras diferentes, no sé por qué) casas que ahogan familias, casas que nadie quiere comprar y que valen menos que su propia hipoteca. Aldeas abandonas, calles en ruínas convertidas en cuevas de yonquis, ciudades que no se pueden mantener y mientras fabriquemos más solares hala! quememos y talemos montes ...que ésto es el progreso!. Más mierda.

viernes, 25 de abril de 2008

La pelirroja adormecida de Klimt.


- ¿Y qué se puede hacer cuando tus sueños dejan entrar todo lo que tienes atado cuando estás despierta? ¿Qué hacer cuando la noche, aprovechando tu indefensión, elige el invitado a quien ofrecerás tu piel desnuda, tu pelo enredado y las humedades que escapan de tu alma, aunque tú no quieras?
Nada puedo hacer, sólo intentar borrar su dulce sabor y procurar dormir menos. - pensó contradiciendo a su párpados, prendidos aún en aquellos labios que ella ya no quería besar, mientras Klimt, además de pintarla, soñaba que aquella pelirroja adormecida era suya.


martes, 22 de abril de 2008

El ajuar de los sueños







"Realmente, con este tiempo climatológico, parece que lo único que apetece es preparar el ajuar de los próximos sueños".

Eres único hasta para regalarme el ajuar de los sueños, único y con una puntería exquisita.



Cómo casi siempre la entrada ha quedado interrumpida, y ha dado tiempo a salir el sol y cesar la lluvia. Cómo casi siempre las nubes sólo amenazan pero no mojan y yo... no puedo parar de escribir.
Entre comillas he atrapado lo escrito anteayer, lo otro lo acabo de escupir entre función y función.


"Hoy mi corazón, mojado por tanta lluvia que no cesa, se columpia en la ilusión de un proyecto que apareció ante mis ojos tras una breve apertura de telón. Un sueño hecho carne, hecho posibilidad real. Puesto ante mí de ese modo tan teatral que sólo los dramaturgos poseen, los dramaturgos que se buscan el garbanzo cada día y que logran vivir de los sueños.



Me hacía falta una sacudida así, que alguien pusiese ante mi pereza para venderme y sacarle rendimiento , (porque no tengo pereza para nada más) un sueño que además de cundirme me permita no dejar de soñar.




Pero es que además hoy he tenido un mal rato por culpa de una de esas gilipollas que se creen el ombligo de la humanidad, una de esas tontas del culo que en vez de hacer una fiesta para casarse construyen un infierno con el que intentar joder a los demás. Una imbécil, una gilipollas integral que va para notaria y que no sabe estar con los demás. No la ví pero tengo en mi mente su retrato porque todos los notarios que conozco (pocos gracias a dios) son iguales y desde siempre me dan una grima terrible.



Suelen estar blanquísimos, casi transparentes, se pasan las horas mirando los tubos fluorescentes del pasillo como yo puedo mirar al cielo y esa luz se queda pegada a su piel de modo irreal pero inconfundible por ese halo tubo de neón.
Suelen ser feísimos y usen el tipo de gafas que usen a todos les quedan igual. Da igual que sea invierno que verano, suelen llevar manga larga y chaqueta que deja ver los puños de ésta, nunca más larga.
Siempre que miran a alguien giran la cabeza de un lado a otro sin rozar el cuello de la camisa, de manera que parecen unos engreídos, pero yo me he fijado que eso tiene que ver conque llevan las camisas planchadas de tal modo que los cuellos qudan totalmente tiesos y desagradables al tacto. También mueven las muñecas de la misma manera, como evitando los puños y siempre con un rictus de sufrimiento. Da igual que sean chicos que chicas, tienen el mismo tipo de piel y desprenden el mismo olor a rancio, que no logran disimular ni bañados en las más subyugantes colonias, pero además tienen un marchamo especial que llevan grabado en su mirada: no saben mirar a los ojos.
Son capaces de leerte, a ti y a tu socio, o pariente, todo un tratado sobre los derechos que una entidad de crédito adquiere sobre tu casa como si rezaran el rosario, o te diesen un sermón escrito por otro ser de una especie muy parecida a la de ellos, pero más zorra. Intentan que abras los ojos y previnirte del desastre que se te avecina con el compromiso que vas a firmar, sin darse cuenta de que la monotonía de su tono de voz y la frialdad que exalan su piel y sus poses te impiden atender a su discurso, pero además, mientra lo hacen, si te fijas bien, podrás ver como sus pestañas, emitiendo el sonido, muy bajito, es verdad, de una máquina registradora tan rancia como ellos, suman el porcentaje que te sacarán por dar fé.
Dar fé cuesta una pasta

Si algo bueno tenía la fé, tal y como yo la entendía, es que solía ser gratis y que de costar algo te la cobraban con penitencias y alguna limosna, pero nada comparado con lo de estos chicos del halo neón.



Pues todo este rollo para hablar de la poesía de este ajuar de los sueños y cagarme en la madre que parió a la futura notaria y en la desconsideración con la que se crió la capulla ésta de los cojones.


Qué pena me dan las puntillas y encajes de un ajuar en el infierno, qué inutilidad. Y sin embargo qué hermoso me resulta el ajuar de los sueños, de cualquier sueño."


Si tuviera que hacerme yo un ajuar de sueños de amor lo haría parecido al de estas fotos, muy parecido. Lleno de tela blanca, mínimos y extraños volantes, sencillas y recatadas puntillas, y puntadas vacías de lluvia, a no ser que pudiese verlas cayendo sobre un río, y llenas de besos con las que fabricaría mi animalario.
Pero ahora fabrico un nuevo ajuar que ha saltado de uno de mis sueños, y que consite en una torre del cuento de Lara, con ventana para las ilustraciones y ruedas para ser transportada. En mi nuevo ajuar también llevo una ilustración de un muchacho lleno de grelos llegando a Londres, que vivirá en un libro inglés, una afombra de trébol, con cuadrados para tomates, judias y flores, un montón de sentimientos atropellándo las palabras que esperan a salir en forma de cuento y el sueño de noches "de colinas, valles y un poste telegráfico".



miércoles, 16 de abril de 2008

LUGAR PARA INVITADOS




Acabo de descubrir que el lugar para dejar comentarios en mi blog no me gusta. Me parece un lugar para invitados, y yo no sé tener invitados en ningún espacio real , ni virtual. Así que después de pedirle permiso a mi onzita para poner su correo en primera plana, caí en la cuenta de que ya había hecho lo mismo con Ana y David, y nació en mí esta pregunta ¿por qué necesito colgar en lugar preferente vuestros regalos? Pues simplemente porque no sé tener invitados.



Un ratito de invitados vale, como esta tarde, que quedé con un programador soltero y silvestre. (Adjetivos que para mis peculiares condiciones físicas ahora significan mucho.)



El primer adjetivo:



Soltero, o separado y cuarentón, que vive sólo.


Estadisticamente hablando eso ya descarta la posibilidad de tener una mujer junto a él que intente, a base de colonias y camisas sumergidas en litros de suavizante, por aquello de sentir la dulzura en su chico de alguna manera, recoventirlo en otro ser más a su medida y en una bomba infectada para mi.



Y el segundo adjetivo y sobre su aspecto físico, que ya conocía: silvestre, me dió pistas sobre bosques y senderos junto al río, caminatas con olores que nada tienen que ver con potingues sintéticos sobre la piel y horas y horas de aromas de la naturaleza, pescar, remar, algo así .


Y acerté y me equivoqué, todo junto y a la vez. Es de mar, que no de río. Rema, cuando el viento se detiene. Ama las dornas, y habla del sonido del remo cortando el mar en el ombligo de la ría como algo que transportar a un espectáculo a tierra, y yo le digo que sí, que ajustemos nuestras pelis de cine con música en directo a su festival de Ragtime blues y que yo le llevaré el mar al auditorio. Es una buena promesa que me encantará cumplir, porque ya la había imaginado como música para uno de mis cuentos.



La verdad es que mi instinto acertó poniendo esas dos etiquetas: soltero y silvestre porque su ropa olía más a viento y a mar que a sucedáneos de perfume, pero fue su barba de tres días la que acabó de relajarme. Ni masajes, ni colonias. Casí perfecto.


¡Qué lista es mi amigdala dios!, si pudiese besarla lo haría.


Así que cómo hacía hacía un frío que pelaba, y la lluvia comenzaba a ponerse rabiosa y puta (eso de llover de lado y mojarte hasta las bragas aunque te resguardes junto a las puertas de los almacenes de barcas y redes) me calcé la mascarilla y me lo llevé a casa. Su coche sólo tenía un defecto, siempre visto desde el prisma de mi sesibilidad química, y es que olía a hierba quemada, pero ni tenía ambientadores, ni similares, así que mi supermascarilla de la srta pepis, me arregló el viaje.



Y fue una buena tarde, a la que el bautizó como "efecto dossier".



Un hombre culto y muy educado le hizo llegar un dossier a sus manos, más tarde un dramaturgo y un violinista, fueron a hablarle de él, y luego un teléfono en el que detrás está la madre del violinista y compañera del hombre culto y educado, con una historia, que él no puede parar de contar, y que le habla de Cine con música en directo cosa que a él le fascina. Luego una cita en un puerto, casi misteriosa, o mafiosa, que nunca se sabe, sin despachos, sólo un paseo y propuestas, y para rematarla un lugar escondido, con un jardín que le alucina, caballos blancos al fondo, conejos negros paseando por la hierba... y el círculo que ...se va cerrando a su alededor, que si el creativo es éste tipo que tenía aquel famoso pub santiagues, que si tu amigo el asesor navega conmigo, que si ...un collar de casualidades y gentes conocidas por unos y otros y sin embargo nosotros sin decirnos más que hola y adiós,


¡Qué curioso! Se repetía, esto es el efecto dossier, que crece y crece, que suerte ha sido todo esto, decía.


Esta tarde fue un invitado, sí , pero dejará de serlo pronto porque yo no se tener invitados y él se ha quedado colgado de los espectáculos y del jardín. (Quiso salir por esa puerta, no por la otra)





Todo esto porque me he dado cuenta, que no sé tener en mi casa, ni en mi corazón, a nadie que ande por ahí pidiendo permiso para hacer o coger , ni pidiéndome que le haga el caso que no necesito hacerle. Una vez, vale, puede que dos o tres, pero luego... si no me gustas no haré nada para que vuelvas, pero si vuelves además de gustarme, ya serás mi amigo, y si eres mi amigo no eres mi invitado. Si me quieres... te tienes que joder. Te mostraré donde están las cucharillas, y el café, y te enseñaré a distinguir entre el congelador y la nevera, y donde está el papel del baño, y donde las toallas y los edredones y te daré un beso cuando me vaya a echar la siesta, y otro cuando me ponga en el ordenador, te abrazaré cuando me de la gana, y pasearé contigo cuando queramos los dos, pero nunca te trataré como un invitado, porque no me gusta, y además porque me cansa un montón.





No sé tener a nadie en ninguno de mis espacios físicos, externos, o internos, reales, o virtuales, ocupando la habitación de invitados, por eso no tengo habitación de invitados en ninguno de mis lugares.



Tengo camas, colchones, sofás, tumbonas, hierba, caminos, montes, playas y ganas de mis amigos, muuuuuuchas ganas.





Y el lugar para dejar comentarios en los blogs me parecen cuartos de invitados, y cómo aquí, habitualmente, entramos cuatro pelagatos, pues qué deciros, mis queridos cuatropelagatos... no os digo nada más , que ya me conocéis de sobra y sobran las explicaciones de poruqe quiero subiros a primera plana.




Que conste que quise hacer dos entradas, una para hablar de invitados y otra para colgar las palabras de mi corazón de chocolate, pero... no se qué coño hice y ahora no puedo cortar y pegar en otra, pero ...que más da.



ARLINDA Y EL TOCADOR DEL RADIADOR:







Me debes una foto abrazado al radiador que compró tu padre (o a uno similar, iremos juntos a una chatarrería si es necesario.)



Ya sé que esto sólo te pasa conmigo y que tu hermana dirá que cuando estamos juntos somos lo peor...jajajaja, pero... cada vez me gusta más saber que eres mi pareja de tangos, porque tú me sigues, yo te sigo, tú me sigues, yo te sigo...y eso, amigo, vale un montón.









El tango y la depresión son buenos amigos, como el bisturí cauterizador del padre de Millás.



El tango raja con tanta limpieza el corazón que ya lo cauteriza. Si tienes una herida que te sangra, a veces es mejor recortarla, arrancarle un trozo más al desgarro y dejar todo bien limpio. Y el tango abre la carne hasta el infinito, pero deja la pena limpia y el dolor en el estado más puro, sin rabias, ni rencores, ni mal sabor de boca, solo dolor y ganas de que la herida se cierre, limpia, muy limpia.



De eso hablamos hoy después de leer tu correo y reirnos de lo que pensarían tus hermanos si supieran que tú eres el radiadorista.



Lo mejor de todo esto, es que de nuevo el sábado podremos bailar juntos nuestros tangos y reirnos con admiración de como te has identificado con el marinero del radiador y su manera de soñar abrazado a ese cacharro. Recordaremos a tu padre con amor y sonrisas, sus tangos en Moentefurado y los campamentos, y sus partidas de ajedrez, también el orgullo que sentía con sus compras, o cuando le robaron la mesilla de noche. Reiremos de todo con amor, y yo te seguiré y tú me seguirás.

Dice mi onza:



"La foto del Trío del Radiador esta a tope, no se exactamente quien es esa chica (¿Arlinda quiza?) , la de la mitad con mascara. Pero el radiadorista, por herencia de mi padre,
sobre todo en el espiritu, soy yo.

El marinero tanguista que llevo dentro salio retratado en esa foto, aunque no se donde esta, posiblemente en el radiador.

Tiene mucha coña la fotito, casi parece familiar los Zarra, si duda.Seguramente mis hermanos no me comprenderan y pensaran que es la tipica tonteria mia.

Lo cierto es que mi padre, a parte de tener una gran aficcion a cantar tangos, estaba muy orgulloso de las grandes compras que realizaba, sobre todo de el radiador que nos compro,
el cual murio hace poco de viejo. Y ademas se parece un monton al de la foto, tanto en lo fisico como en la expresion.

Un dia de estos me pondre una camiseta de rayas marineras y abrazare con cariño y mirada nostalgica al radiador, pensare en Arlinda, la de mis amores,
me sacare una foto y se comprobara el asombroso parecido entre mi padre y yo, acordeonistas en la vida, marineros en el mundo, y tanguistas por amor.

ARLINDA, AMADA MIA DE MIS AMORES, DULCE CANTORA DE MIS ILUSIONES, HERMOSA FLOR DE LA PASION
SIN TI LA VIDA NO TIENE SENTIDO, CONTIGO EL MUNDO TOMA COLOR

UN TANGO ES UNA CANCION MUY TRISTE
UN TANGO CURA LA DEPRESION
AMAR ES MUY FACIL Y MUY DIFICIL
SUFRIR POR AMOR ES LO PEOR
PERO INEVITABLE
AMAR Y SER AMADO ES MI CANCION"

sábado, 12 de abril de 2008

El Trío del radiador.







Ya es mañana aunque esta entrada haya quedado atrapada en la madrugada del viernes al sábado. Ayer quise dejar de hacer autopsias de corazones vivos y subir esta foto que tanto me dice. Cuando la vi me conmovió y sacudío enormemente, sin saber por qué, hasta que asistí a la conversación que mi corazón mantuvo con ella, pero al final me dormí sin hacerle demasiado caso mientras escupía cuentos inacabados sobre el teclado.
Hoy, cuando volví a encontrarme con ella, sentí que la poesía atravesaba mi esternón y se fundía con la niña que me habita. Viví la ilusión del verano en el corazón, el sabor del encuentro, el dolor de la pérdida, y el tremendo lujo que es haberme topado con el amor, y dejé que la foto me contase su historia.
Me emociona, me admira, me mece en la esperanza de la belleza, de los sueños, de las pasiones que llenan la vida.
La Historia que me contó.

Esa noche el viento era cálido y el olor a salitre subiendo desde el puerto atrapaba a los vecinos del barrio en su red arrastrándolos al baile. Llevaban así todo el verano: despidiendo cada semana con una verbena.
Hombres y mujeres que habían olvidado el deseo depositado en la piel de su pareja, recuperaban, como por arte de magia, el estremecimiento de la primera caricia, del primer cortejo. Arrugas y surcos desplegándose como alas a los BESOS.
Adolescentillos que nunca habían experimentado el abrazo ahora no podían despegar su piel. Piel de manos, de mejillas, de timidos labios rozando las comisuras de las bocas. Encarnados, naciendo bajo el sonrojo, nacían allí sus primeros BESOS.
Jóvenes encendidos jugando a la contención y trazando caminos al cielo al ritmo de la pasión. Lechos verdes, bajo las estrellas, esperando ser aplastados por revolcones de enamorados comiéndose a BESOS.
Así estaba la noche.Baile, caricias, deseo y el aire poblado de BESOS.
Niños envueltos de sueño y bañados en bostezos.
Viejas desaguando la soledad sentadas en bancos repletos de más viejas.
Engalanadas viudas "de vivos y muertos" bailando juntas, soñando con sus amores y sujetándose las ausencias.
Y Borrachos equipados con cervezas, y privilegida visión panorámica, oteando el baile desde sus banquetas.
Así estaba la noche del último sábado de aquel verano, cuando la cantante de la orquesta abandonó a su marido, por miserable y cabrón, encima del escenario. Micro en mano lo gritó:
- ¡Que che follen Argimiro, tesme farta!. És un miserable e un cabrón! y se fue del baile sin dar más explicación.
Argimiro salió tras ella y los músicos detrás, así que el barrio tenía dos opciones: irse a casa, o bailar sin orquesta.
Arlinda la flaca, que había perdido el apodo nada más embalar con naftalina su traje de raso blanco, recibió como testigo aquel micro, arrojado al aire como un ramo de novia, que de pura casualidad cesó su vuelo en aquellas manos, que sólo intentaban evitar que se partiese contra el suelo. Ocurrió así, de improviso, sin haberlo buscado. La canción interrumpida y rota, por la mujer que renunció a tener marido sobre el escenario, salió de su boca, mientras ella, sorprendida, la miraba.
"Los besos que tú me diste, mi amor
son los que me están matando"
Escribía su voz sobre el aire mientras sus ojos intentaban borrar todo lo que escapaba de entre sus apretados labios
"No se como decirte,
no se como explicarte
que aquí no hay remedio
de lo que siento yo.
Los besos que tú me diste, mi amor
son los que me están matando
y mis lágrimas me están secando
con mi pistola y mi corazón.
Y aquí siempre paso la vida con mi pistola
y mi coraaaaaazoooónnn."
Ya no había amplificación, pero sus canciones, con las letras de su vida y el timbre de voz que da la pena cuando te abandona tu amor, removieron todo lo que nuestros corazones llevaban dentro, mostrándonos, de lo que es capaz el alma de una enamorada.
El corazón hecho girones de Arlinda se derramó lloviendo (lágrimas lilas, claro) contra el barrio sin ningún pudor. La gente volvía la cara hacia el cielo para lavarse con aquella hermosa y cálida lluvia. Goterones gordos de agua con perfume a flores de San Juan lloraron sobre la verbena.
Isolino, el tabernero, descolgó el banjo de la pared que estaba tras el mostrador y , ante nuestra sorpresa, además de sacarle brillo, lo tocó.
Pero fue José, enamorado de Arlinda en el silencio y hasta el dolor, el que más nos admiró haciendo sonar aquel absurdo trasto como un acordeón.
Todos escuchamos aquella música, todos fuimos partícipes de aquel hermoso y dulce desgarro del marinero de la camisa de rayas. Notas que lloraban de impotencia y desesperación, acordes que recogían lágrimas de todas las Arlindas de aquel salón, canciones que brotaban de la generosidad de su amor.
Besos borrachos de lluvia, entregados, sosegados, con ojos cerrados, y besos desesperados, con los ojos abiertos para poder atrapar todo aquel amor, fue el aplauso que el barrio entero dedicó al trío del radiador.
Desde aquella noche Arlinda y José conjuran juntos su dolor entre caricias y besos cuando el mar devuelve a casa al marinero.
Él sueña que ella ya es suya. Ella, que los besos que le dio su amor ...ya no la están matando.

jueves, 10 de abril de 2008

Un entretenimiento:Jugando a los corazones con mi onza de chocolate.

Corazón Pirolítico





A los que os suene muy porno hacéroslo mirar, pero este corazón no lo es, (si no tiene a su amor delante para pornografiarlo de arriba abajo y por todos los costados). Ese nombre simplemente significa que es autolimpiable, como lo hornos.
Me acabas de hablar de él. Me dices que el tuyo debe ser así, porque si no no te lo explicas "Con la de mierda con la que te lo han intentado llenar durante años."
Que si eres ésto, lo otro, o lo demás allá, pero todo muy, muy sucio, como el corazón que dispara su mierda contra tu manera de mirar.
El corazón pirolítico (no te mees por favor, o mejor sí, que necesito descargar toda la presión que he acumulado en este día) sigue sin lastres y limpio, por no decir inmaculado, que suena a Virgen María y de virgen, gracias a dios, solo tiene las selvas que discurren por sus doradas ingles.

Es liviano, de vapor, no pesa, no ata, sólo ama y deja que la vida transcurra en él como una brisa que le acaricia.
Cuando otras nubes lo desdibujan se transforma, se vacía y consigue de nuevo lucir entero y verdadero.




Corazón laberíntico







Donde la piel es el camino y los ojos la verdad, no sabe ni dejar salir, ni dejar entrar. Los sentimientos se agolpan en las paredes del laberinto y siempre estan perdidos sin saber llegar, sin saber marchar. Besos apagados, palabras mudas, y caricias perdidas.
Torpe y obtuso. Plateado y tortuoso, atractivo para unos y un desastre para otros, pero seguro que muy buen letrista.


Corazón espinoso







El más absurdo de todos. Muerto de hambre de amor y vendiendo la moto de que ya nadie le hiere. No le hace falta que nadie lo haga, porque él sólo se basta para hacerse el mayor de los daños
Falsa protección, sangre verdadera, tan verdadera como inutil. Pretende lo heróico y queda reducido a un reality de tarde.


Corazón ausente, fugado, o robado






Desaparece de repente, ante tu asombro. No te lo puedes explicar, ayer estaba ahí, y hoy ya no está. El vacio es infinito pero tiene la ventaja que sólo puedes sentir asombro, nada más. Nunca vuelve, pero la carne cierra el agujero y fabrica sentimientos nuevos aunque nunca alcancen a los antiguos en intensidad. Una mierda, la verdad. Eso sí, apenas duele.





Corazón casa









Acogedor, un cuarto de los deseos para cada persona que quiere, que ama.
Besos, caricias, palabras, risas o lágrimas... siempre lilas, claro está.
No espera nada y todo lo regala, pero sueña que existe un amor que pueda habitarlo entero.
Para este corazón sus huespedes son los más guapos del mundo.


Corazón lastre




Nunca viene con la tijera, si no que tienes que fabricártela. Una lata a veces y una de las mejores lecciones que puedes apender.

"Te quieren más que nadie, demasiado, todo lo hacen por ti, si pudieran no te amarían, pero te aman tanto que no pueden vivir sin ti. "
Se mienten más que hablan y suelen presumir de honestidad. Se quieren mucho pero muy mal. Blandir la baja autoestima es su chantaje emocional. Son terriblemente infelices por más que se consigan disfrazar. Responsabilizan a todo el mundo de su infelicidad.
Increiblemente... consiguen lo que quieren . ¿En quien estaré pensando? Qué cosas se me escapan cuando escribo...

Cuando te atreves a cortar la cadena el alivio es proporcional al tamaño del corazón que conseguiste soltar.

Corazón de chocolate


Dulce, sin jamás empalagar, el vicio adictivo del paladar.
Cariñoso, generoso, su compañía siempre te hace disfrutar.
Ummmmmmmmm Ohhhhhhhhh Ahhhhhhhhhhh
Paraiso real y paraíso irreal. Droga vital. Amigo hasta la jartá.
Exquisito, delicioso, auténtico, original, sublime.
La risa en medio del despropósito mas brutal.
Impensable no comértelo entero.





Aún tengo un montón de corazones más, pero me parece ya un abuso hasta para un blog de mi propiedad.
Besos, mi onzita de chocolate, que late, que late.
Me ha encantado la historia que me has contado de la hija de Gloria...preciosa la niña, preciosa la historia.


miércoles, 9 de abril de 2008

Cumpleaños feliz (II Parte)


La casa de Rosita:


Pegada a la puerta de Inés estaba la de Josefa y Mari Rosi. La pobre Mari Rosi, que se volvió loca cuando ya casi era maestra. Y todo por no haberse ido de casa, cuando la ignorancia y locura de su familia explotaron en aquella casa ante su nueva manera de relacionarse con el mundo.
Tenía que haber huido antes de que la drogasen con la dispensa de la santa receta médica.
Antes de que acabasen convenciéndola, en medio de aquella nube de valiums, de que sus nuevos amigos estaban endemoniados y que todos se reían de ella.
Antes de que toda la familia cuestionase el sentido de su vida: “porque… ¿para qué sirve una mujer que no sabe limpiar grelos, ni bordar como es debido por muchas cuentas que haya aprendido en la escuela?”
Tenía que haberse ido antes de que sus padres comenzasen a lavarla con agua bendita y llenasen de escapularios sus enaguas.
Antes de que la certeza de tener una hija al borde del pecado de la lujuria desmedida, se instalase en el banco de la cocina, donde padres, abuelos y tías, en medio de una partida de brisca, separaban las grandes verdades de las grandes mentiras:
“Que si la niña es una inútil, que si ahora tiene amigos, además de inconvenientes amigas, con los que ríe a carcajadas y se quiere ir de campamento.
Sacos de dormir, risas bajo las estrellas,curas que no parecen curas, hombres que no son hombres, mujeres que lo parecen. Otras que están más con los curas que con sus novios.
Dónde se vio una casa de religiosos que dejen entrar a una chica por la ventana del baño, una chica con novio formal…y de una familia que parece decente, qué vergüenza.
Dónde se vio un cura que ande con ella a todas horas y la lleve en moto con él a todas partes. Y eso dos hermanos amigos de ella… uno maricón, y otro que no para de decir cosas raras. Y aquella cinta que grabaron juntos diciendo barbaridades de brujas, padres que no dejen crecer, y almas del purgatorio cantando que el plátano es sensacional y que mamá naturaleza te lo da…”
Y así nacía una gran verdad que sobresalía en medio de la baraja de aquella familia: el demonio anidaba bajo la piel de todos… los que no eran como ellos.

Tenía que haberse ido con ella aquel 18 de marzo, antes de que la niña de casi siete años que hoy llueve sobre las esquelas, cumpliese dieciocho años enfrentándose a aquel energúmeno y pidiéndole a Rosi que se levantara de su cama y se fuese con ella.
Habían estado juntas tomando un café y un trozo de tarta de zanahoria en el comedor de la casa donde la abuela Mamatín había dejado de dar vueltas hacía ya ocho años. El padre de Rosi llegó a la puerta como una tormenta en medio del bosque, tronando un “A casa ahora mismo” mientas golpeaba la madera. Nadie hizo nada por la libertad de aquella mujer de veintitres años que lloraba y pedía que no la defendieran.
La niña que llovía las lágrimas sobre las esquelas pedía a su padre que no dejase que se la llevase el monstruo, pero éste decía que era su padre y que ella no había puesto resistencia.
Habló con Isa, la madre de su vecina hermana, que se metía donde hiciese falta si lo veía justo y necesario, pero también le dijo que no se podía hacer nada.
Pero ella no podía no hacer nada…
¡Tiene ventitres años joderrrrr! Puede hacer lo que le de la gana. No tiene porque consentir que le pegue su padre.

Subió las escaleras como siempre, de tres en tres. Siete escaleras la abuela de Charito, y Luisa la de Claudino, otras siete más las puertas de Josefa y la que había sido de Inés.


Llamó muchas veces, con la misma insolencia que el cafre lo había hecho en su casa, con los puños de trueno, y haciendo tanto ruido que salieron Mercedes y Manolé. Luego salió el padre de los Rivera, y allí, mientras les contaba a todos que Eliseo le pega a su hija con un cinturón, además de no dejarla vivir, abrió la puerta él conductor de autobuses. Le dijo que no podía entrar y la empujó, pero ella se coló mientras los vecinos intentaban hablar con él y calmarlo. Alguno de los dos hombres logró convencerlo y se lo llevó un rato con él. Ella aprovechó para hablar con Rosi;
- Levántate de la cama y vente conmigo. ¡Sal ahora mismo de aquí!.

Rosita lloraba con un desconsuelo que ella desconocía, y sin apenas fuerzas para hablarle, pero sus ojos la llevaron de la mano hacia las pastillas y el vaso de agua sobre la mesilla. VALIUM el domador, la ayuda perfecta para un padre que debe mostrar a su hija el camino perdido hacia las cuentas del rosario y el mandil.
Josefa le preguntaba qué quería de su hija, que la estaban volviendo loca ella y sus amigos. Y ella le decía que los únicos que la estaban volviendo loca eran su familia y el recelo ignorante en el que vivían. Pero enseguida se dio cuenta que nada tenía que hablar con ellos y volvió a dirigirse a Mari Rosi.

- Rosi levántate ahora mismo y vente conmigo, por favor. No te pueden hacer nada, vente conmigo. Te están drogando, ¿te das cuenta? ¡sólo porque tomabas café y tarta en mi casa, se creen con derecho a drogarte!
Rosi lloraba, le daba las gracias y le decía que se fuera que iba a volver su padre.
Pero lloraba rendida, acabada, derrotada y... no la podía dejar allí.

Ella nunca había llorado así. Cuando su hermano le pegaba porque no le gustaba la marca de leche que le compraba, o porque la encontraba dormida en la cama vacía de sus padres y él era el que tenái derecho a dormir allí, o porque quería que le planchase una camisa y la había traído a casa engañada y a ella no le daba la gana de planchar, y menos después de las mentiras y arrumacos en la calle para que le acompañase, lloraba, sí, pero llena de rabia, insultos y patadas en medio de fuerza bruta de aquel animal que nunca conseguía lo que se proponía por más hostias que le diera.
- Hijo de puta, ¿te crees que vas a poder conmigo? - Gritaba muerta de miedo y rabia. -¡Nunca, cabrón epiléptico de mierda!

Otro trueno precedió a Eliseo entrando en la habitación: ¡Qué salga esa puta de mi casa!
La agarró por un brazo y la quiso echar de allí. Ella le avisó que no volviese a ponerle la mano encima. Pero el amable conductor de autobuses, que tantas veces había llevado a los niños del bloque 14 sin cobrarles para que pudiesen quedarse con el dinero del autobus y se lo gastasen en el recreo, la empujó tirándola al suelo. Cayó de espaldas junto a la cama de Rosi. Y mientras lo hacía vio la cara de terror y pena más terrible de su vida. La pobre muchacha le agarró la mano y juntó todas las fuerzas que le quedaban para pedirle que se fuera:
- Vete, nos va a matar.
El energúmeno dijo que iba a llamar a la guardia civil, que el médico le había mandado darle aquellas pastillas tranquilizadoras a su hija y que la iban a detener por estar allí. Ella le dijo que sólo se iría si con ella se iba Rosita.
Se levantó del suelo, y mientras el gritaba barbaridades de putas, demonios y curas, le llamó maltratador, así que éste volvió a empujarla.
Su cabeza al chocar contra la pared le hizo sentir que ya había cumplido dieciocho años. Clonc. Le llegó la mayoría de edad con sonido de campana y dolor en forma de ola.
La rabia contra la fuerza bruta de su hermano y ahora contra la de aquel animal derribó los muros que contenían cualquier atisbo de conveniencia y compostura.
-¡Ni padres ni hostias! ¡Nadie tiene derecho a pegar, hijo de puta!
El cabrón era muy fuerte y se la quitaba de encima según se ella lo rozaba, pero logró darle patadas, manotazos y, lo que más rabia vació de su cuerpo: un mordisco salvaje y lleno de sangre en aquel brazo que la sujetaba por el cuello.
Josefa gritaba, Rosita lloraba lágrimas de miedo y pena cuando Isa, alta, frágil y decidida detuvo aquel despropósito y la quitó de allí.
¡¡¡¡¡¡¡¿Cómo la vamos a dejar aquí?!!!!!!! La están drogando porque tiene amigos. nosotros somos los que tenemos que llamar a la guardia civil y que los detengan por animales.

El resto del cumpleaños se lo pasó escuchando a todo el mundo que no se podía hacer nada. Eran sus padres y había un tratamiento médico por medio.
¿Pero qué coño de tratamiento médico es ese que te meten un valium porque no quieren que tomes tarta con una vecina, ni te rias con tus amigos?
El cura “endemoniado” los visitó pero… todo fue a peor.
Tenía que haberse ido de su casa aquella tarde en que ella la fue a rescatar con el sabor de la tarta de zanahoria y coco en la boca, estrenado los dieciocho años y la certeza del ahora o nunca.
Antes de que que contratasen un "profesor" particular para que la vijilase y la apartase de los demonios, del que, cuando se enamoró perdidamente, no dudaron en contarle que todo el interés por ella salía del bolsillo de su padre, porque su padre era el único que se interesaba por ella de verdad.
Antes de que su padre la violase, al menos una vez al mes, “por si tenía necesidad de hombre y para que no abusaran de ella por ahí…”
Dos valiums, una madre que se va de paseo un rato y un padre que se frota la polla en la vagina de su hija para ayudarla a ser decente.
Antes de engordar cuarenta kilos, hablar sola por la calle y sonreír todo el día como una retrasada mental.
Aquella vivienda le había disgustado desde siempre porque desprendía el aroma de las patatas y cebollas húmedas que traían de la aldea y que guardaban bajo las camas y los muebles del comedor, pero, antes de todo eso, cuando Rosita tenía doce años y escapaba de su madre para que no le hiciese rezar el rosario, o salía a secar su melena rubia al sol del patio del bloque 14, con la toalla bajo el pelo para no mojarse la camisa. Justo en esa época, en la que ella lloraba lágrimas sobre las esquelas el día de su séptimo cumpleaños, desesperada de miedo y pena tras ver por primera vez la espuma en la boca y los ojos en blanco de su hermano, y convencida de que la muerte se lo iba a robar, Josefa salía a robar la luz del pasillo por las tardes para planchar.
En el descansillo de la escalera, la mesa de madera, la manta quemada, la plancha caliente, la radio sonando, y entonces un delicioso aroma a ropa secada al clareo inundaba el bloque entero.

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martes, 1 de abril de 2008

LA NIÑA: Cumpleaños Feliz (Parte I )


La casa de Elena:

Estaba a punto de cumplir seis años, faltaban veinte minutos y miraba el péndulo del reloj de pared de la casa de Elena, su vecina del bajo. No paraba de caminar dando vueltas alrededor de aquella cuadrada mesa de comedor. Miraba hacia el suelo reconociendo las mismas baldosas que las de su casa, en el piso de arriba. La estancia era exactamente igual pero con otros muebles, otras fotos colgando de la pared, y sobre todo, otro olor.
La casa de Elena olía caldo gallego hirviendo sobre la cocina de leña. A ella le encantaba aquel olor y aquella casa, aunque hoy, con lo triste que estaba, solo quería volver a la suya. Nada le apetecía más que poder llamar a su puerta y que nada hubiese sucedido.

¿A qué olería su casa? Se preguntó cayendo en al cuenta que no le notaba ningún olor y que en cambio sabría reconocer el de todas las casas del barrio en las que entraba.
Aunque todos los niños del bloque le tapasen la vista con una venda sobre otra, sabía, con certeza, que ni cuarenta y ocho oscuridades sobre sus ojos la harían confundirse de vivienda.

Nunca había pensado en ello, pero ahora veía clarísimo que lo mismo que las casas tienen paredes y objetos de distintas formas y colores, también las habitan olores diferentes, muy diferentes.
Ese día, esperando que el reloj marcase las once y veinte de la mañana del 18 de marzo de 1968 e intentando escapar, por primera vez en su vida, de aquella mezcla de miedo y tristeza de la que jamás consiguió desprenderse del todo, ni en medio de sus grandes risas, se le ocurrió comenzar por el último piso del bloque a intentar identificar la huella olorosa impregnada en cada una de aquellas viviendas.

La casa de Mercedes:

La de Mercedes olía a velas y geranios y eso tenía un clarísimo motivo: Manolé, su marido, era muy supersticioso. Pero la niña no alcanzaba tan lejos. Sabía que encendían muchas velas a los santos, pero no que lo hacían mientras él fabricaba los primeros televisores del barrio y le pedía a Santa Cristina, que además de mediar por las almas del infierno y el purgatorio mediase por la suya, ya que no tenía muy claro si los televisores serían inofensivo progreso o invento del demonio.
Los geranios eran las plantas que más florecían en el barrio a pesar de la terrible y fría humedad. Mercedes en vez de tenerlos tras los cristales de las ventanas, como todas sus vecinas, los había puesto alrededor del comedor. Macetones sobre plato por el suelo y macetas con un trozo plano que encajaban perfectamente en la pared. Macetas Blancas y verdes con lunares. Un patio cordobés en un segundo piso de barrio obrero, en el que la voz de Manolo Escobar era la melodía perenne que la rescataba de aquella espesa y húmeda existencia.
Menchu, la hija de casi cinco años, era la niña más lenta que nadie se pueda imaginar. Para subir los treinta y cinco peldaños del bloque podía pasarse media tarde. Mientras lo hacía hablaba con las vecinas ya que las puertas siempre estaban abiertas. Pero no es que se distrajera en el camino, no, simplemente subía o bajaba y nosotros salíamos a acompañarla y a hablarle porque sabíamos que era muy lenta y se nos hacía dificilísimo imaginar, tantas horas en aqeullos peldaños sin morirnos de aburrimiento, pero ella, con aquella extrañísima lentitud, subía sin apenas detenerse y siempre parecía feliz, a pesar de escucharla decir que porqué les habría tocado a ellos la casa que estaba más arriba de la escalera y mirarno con cierta envidia.
Aún no habíamos oído hablar de los osos perezosos, pero mirado desde aquí, con la perspectiva que da tanta década transcuridas, aquello era como el ascenso de uno de esos osos a la copa del árbol más alto de todo el bosque.


La casa de los Rivera.




En cada descansillo había dos puertas, y la que estaba pegada a la de Mercedes y Manolé era la de los Rivera, que olía a jamón serrano desde la escalera.
- Es inconfundible y da muchas ganas de merendar. - se dijo, mientras notaba el Colacao dando vueltas dentro de su barriga pidiéndole permiso para salir por la boca.

Tenían un jamonería en la ciudad vieja y ese era el aroma que flotaba por toda la casa. Jamones colgados en la despensa, en la cocina, y en la habitación que por aquel entonces estaba vacía, cuando solo tenían cuatro hijos, dos niños y dos niñas. Antes de que a Pilar le quitasen un pecho y le hiciesen mal la ligadura de trompas y pariera otras dos criaturas.
Pero vivir allí, en medio de aquel olor hacía que a esos niños no les gustase demasiado el jamón. Tampoco a ella, que se pasó el año anteiror merendándolo cada tarde para acabar de curar una mancha tuberculosa que le había salido en el pulmón derecho. La tuberculosis era horrorosa.- pensó- Te hacía toser, estar cansada, no podías pisar la playa, a pesar de vivir dos meses colgando de un acantilado que daba al a mar, y por su culpa te hacían merendar jamón todas las tardes.
Pero los jamones de los Rivera eran mucho más ricos que el de ella, el suyo era muy duro y salado. Era de un húmedo cerdo gallego puesto a secar sobre la lareira hasta quedar petrificado.
Esa casa, además de a jamón, con mucha frecuencia le olía a canela dulce por la pota enorme de arroz con leche que les dejaba preparada su madre como meriendacena.
La ponían en medio, se sentaban alrededor cuchara en mano, convidaban a todo aquel que estuviese con ellos, y no paraban de comer hasta que lo acababan, tal y como les mandaba su padre. Le tenían mucho miedo. Miedo, admiración, y cariño, todo mezclado, como casi todos los niños que teníamos un buen padre. Por aquella época un padre además de trabajar todo el día tenía que dar algo de miedo.
Todos los hijos de Pilar eran un encanto, menos Mar, que era la niña mas mala y retorcida que conocía. Parecía alimentarse y crecer con el dolor de los otros, y sobre todo de las otras. Le daba igual como joder al prójimo, el caso era hacerlo, era una larica acusica que además se creía sus propias mentiras.

En ese justo momento en que sintió la maldad de su vecina pinchándole bajo el esternón, vio como los periódicos que Elena había puesto después de fregar el suelo, a modo de pasillo, y alrededor de la mesa del comedor por la que ella no paraba de caminar, se llenaban de gotas de lluvia.
Plop, plop, plop…
Miró al techo y nada había en él que pudiese mojarlos de aquel modo. Goterones gordos y pesados que dejaban un surco grande sobre el papel.
...plop, plop, plop…
De las paredes tampoco salía nada
…plop, plop, plop...

Por las ventanas abiertas solo entraba aire frío y húmedo, pero el cielo estaba totalmente azul.
En esas estaba: buscando nubes imposibles dentro de un gélido bajo de ochenta metros cuadrados, cuando se dio cuenta que aquellos goterones...
...plop, plop, plop…
...eran lágrimas suyas que salían de sus ojos con tanta fuerza que ni le rozaban las mejillas.
...plop, plop, plop…
Su propia agua mojaba las esquelas que sobresalían, amenazantes, de los periódicos del suelo. Nombres y cruces de negra tinta parecían querer hablar con ella y con su miedo.
Iba a cumplir seis años y sus ojos llovían sobre las esquelas mientras no podía parar de caminar.

Apartó la pena de la garganta, sujeto el miedo que campaba a sus anchas por su barriga y siguió haciendo el recuento “olorístico”, pero antes sufrió una arcada que quiso contener y un poquito de colacao le salió por la nariz provocándole un gran asco.


La casa de Inés



Siete peldaños de mármol gris más abajo, estaba la casa de Inés. A la que todavía no consideraba su otra madre, porque aún no había nacido su otro hermano, ni se había tenido que quedar en la incubadora, ni se había muerto después, ni se habían ocupado generosamente de ella para que no esperase, cada tarde y durante dos horas, a su madre a la puerta del hospital. Ya lo había dicho su padre mil veces:
-“Ese no es un lugar adecuado para estar ninguna niña. La niña lo que tendría es que estar jugando”- pero su madre estaba demasiado loca con su niño enfermo como para ponerse a buscar quien se quedase con ella. Además la niña quería, sin saberlo, “estar en todas”. Quería acompañar a su madre, que todavía llevaba los pechos vendados y que no podía parar de llorar. Quería acompañarla hasta la parada del autobús y caminar junto a ella por aquellas rutas solitarias por donde atajaba a todo correr, con la velocidad que puede alcanzar una recién parida, para ganarle cinco minutos al tiempo de ver a su bebe tras un cristal. También quería estar junto a ella cuando llegaba su abuela y le reñía a su madre por ir “mal arreglada” y parecer una mujer del barrio. Le decía cosas tan feas, mientras su madre lloraba sin apenas fuerzas para contestarle, que se vio obligada a defenderla ella:
-Pues yo a ti no te veo elegante, abuela, tu ropa tendrá un corte exquisito, tu maquillaje y tu peinado serán impecables, te mueves como una reina, y los hombres te echarán veinte años menos , pero ni pareces la hermana de mi madre, ni eres elegante. Elegante es mi abuela Mamatín, y nunca la escuché presumir de ello ni insultar a mi madre.-
- ¡Por dios! a esta niña se le nota que nació en el barrio. Que descarada y maledecuda, hablarle así a una persona mayor. Qué falta de respeto.- Decía estirando el mentón hasta el ridículo y provocando en la niña animadversión por la plabra respeto que quedaba bailando como una espiral loca hasta que ella lograba atraparla y colocarla.
Respeto para mi abuela es: callarme, aguantarle todas las tonterías, insultos, humillaciones y la verguenza de oirla decir a los cuatro vientos  lo maravillosa que es ella y lo desasatrosa que es mi madre.
Respeto para mí es : Ser cuidadosa y delicada con las personas, sobre todo con las que lo están pasando mal.

Pasaba las dos horas de visita merendando ensaimadas y pudines que le traía su egocéntrica abuela de la pastelería de la calle Real, cazando mariposas por el jardín, hablando con todos los celadores del hospital, e inventando juegos con dios con los que salvar a su hermano pequeño:
Si llego hasta aquella acera antes de que el viento levante esas hojas mañana sigue vivo Víctor. Si cazo esa mariposa vive dos días más, si la primera persona que me salude es una mujer  estaremos una semana entera sin sustos…y así hasta que su madre y su abuela salían por la puerta y ya no hacía falta preguntar nada ,porque viendo sus caras todo estaba más que contestado. Alguna vez hasta salieron contentas, porque les habían dicho que quizás pudiesen llevarse el niño a casa, pero eso nunca ocurrió.
Pero todo eso aún no había sucedido, ni el tiempo había transcurrido, porque éste seguía marcándolo el reloj de pared de la casa de Elena el día de su sexto cumpleaños.
Subió la mirada del suelo y vio que sólo habían transcurrido cuatro minutos. Fue consciente de todos los pensamientos que pueden caber en cuatro minutos, y como sabía que no podría contarlos decidió contar las vueltas que le cabrían en los siguientes cinco minutos, que le sonaban más completos y medibles que los cuatro que ya  habían pasado.
Al comenzar a contar recordó a su abuela Mamatín dando vueltas constantemente alrededor de la mesa del comedor de su casa y de nuevo sus ojos mojaron las esquelas.

No pudo contenerse y le preguntó a Elena si aparecería el nombre de su hermano mayor en ellas. Elena sonrió y le dijo que no, que ese día, o el siguiente, su hermano volvería a casa.
Así que ella quiso creerla y continúo bajando escaleras, saltándose una cuantas vivienda para poder llegar a su casa y acordarse de su abuela, encerrada y caminando sin parar alrededor de la mesa del comedor como hoy hacía ella.
- A ver si mi abuela da tantas vueltas porque ya se le ha muerto mucha gente. Quizás la tristeza y el miedo la hagan caminar sin parar. Se quedó sin dos maridos y sin su hijo mayor, además de unos cuantos amigos y amigas. -Pobre- pensó – por eso no para de andar, como yo hoy, que no puedo dejar de hacerlo.
Hacía menos de diez minutos que Elena había subido a ver que tal estaba. Siempre que salían dejaban la puerta de la calle cerrada, así como la cocina y los chineros del comedor donde guardaban la comida, porque la pobre mujer se olvidaba que había comido y tragaba todo lo que encontraba poníendose malísima.
Tuvo ganas de subir a abrazar a aquella vieja de la espalda más derecha, la risa más hermosa y los ojos más tristes que había visto en su vida, pero hoy no podía quedarse con ella, necesitaba sentirse protegida, cuidada, y cumplir sus siete años con alguien que se acordara de ello y la felicitara.
Le había preguntado tres veces:
-¿ Mamatín, sabes que día es hoy? Es el día de mi cumpleaños.
Y la abuela sonreía y la besaba. Así hasta diez veces, cuando se dijo a si misma que quería salir de allí y hablar con alguien que no se olvidara, y ahora estaba en el bajo volviendo a subir escaleras de su casa a la de Inés para recordar el olor de aquella.

La casa de Inés le encantaba porque siempre olía a café y a riquísimos bizcochos de mantequilla y limón. Tonucha y Virita, sus hijas, llegaron a ser sus mejores y más gamberras amigas durante el tiempo que vivieron en el barrio y un poco más allá. Además fueron los primeros del bloque en tener tele y en compartir su tiempo y espacio con los vecinos. Las mujeres iban a ver Bonanza, después de comer y fregar la cocina. Ganchillaban  suspirando por Nick las más mayores y por Trampas las más jovencitas. El café con achicoria nunca faltaba, y el bizcocho tampoco. A los niños nos daban pipas. Se dio cuenta que allí también ponían periódicos en el suelo y que nunca le habían dado miedo. Los extendían Inés y su hija mayor, Virita, delante de cada fila de niños sentados en el suelo, para que arrojasen sobre ellos las cáscaras y así ellas pudiesen recogerlas con comodidad. Pero las esquelas aún no la habían amenazado de aquella estruendosa manera, y el miedo que sentía era por algún monstruo que vivía en el fondo del mar, o perdido en el espacio, pero siempre dentro de aquella pantalla, nunca fuera. A veces nos juntábamos allí entre veinte y treinta niños.
Inés siempre fue muy cariñosa con los niños, por eso esta cuando murió, nadie pudo  encontrar ningún motivo por el qué habría querido abortar. Tenía dos hijas, un sobrino precioso y sordomudo alque adoraban  y a ella, que la llevaban y  traían como a una más.
Un bebé en esa casa hubiera sido una auténtica fiesta, pensó a los trece años, cuando Inés murió, incluso a los 26, cuando ya se le habían colado dos hijos, pero no pensaba lo mismo cumplidos los 46, incapaz de abortar, suponía, pero cuyo menor deseo era cuidar más hijos, a pesar de lo mucho que, como a Inés, le gustaban los niños.