Un breve descanso entre la montaña de tareas que alza sus cotas sin piedad, en ese deslizamiento perpetuo de capas tectónicas que somos el boss y yo.
Las tareas nos crecen como los enanos del circo, y además este año toca ruína, dice. Me parto...la verdad.
Quizás el viernes, para conjurarla, vayamos de excursión a conocer a la famosa mujer que tenía que haber nacido hombre y a la que su padre, se lo hizo pagar tan caro que ya no se sabe que sexo tiene de verdad.
La pobre vieja vampira que precipitó la anterior, y esperemos última, ruína del boss, que ni es vieja ni vampira, aunque en ello lleve todas las de ganar. La vieja que lo ahogó y que ahora sólo se alimenta de huevos de pata suelta por su finca, grelos y berza gallega y que no hace más que llamarle a él, la única buena persona que conoce, soñando con encontrar inversor para abrir una cutre tasca en el pazo de los horrores, mientras el ayuntamiento se está frotando las manos con la realisíma posibilidad de expropiación, ( por cuatro duros y una cómoda habitanción en una residencia de ancianos) de semejante casa y zona verde en medio de la ciudad.
Quiero ver con mis propios ojos las fotos enmarcadas en aluminio, de hombres semidiesnudos de los años 40, entre el humo que exala la piel de la vieja. Quiero ver las alfombras turcas y el skay con tachuelas, que envuelven el frente del mostrador, mientras ella se toma un trago largo de vodka y nos cuenta donde plantar calabazas de tal modo que cubran las antiguas aceras rotas y que sus clientes no reparen en ellas al pasar. Quiero rozar con mi piel la espesa niebla de infinita soledad que convive con Sofía en aquel lugar. Quiero saber a qué sabe la supervivencia eterna en medio de la precipitada e inevitablente decadencia más brutal.
Quiero tocar, oler y saborear las amarguras de la inteperie, del desamparo, para no confundir jamás la tristeza con la soledad.
Será una visita en la que los dos saldremos llorando, para luego buscar la frase con la que pegarnos el ataque de risa más "jevi" de este trimestre contable.
Somos así, la risa nos sujeta en el dolor.
Hace tiempo que no escribo, mejor dicho que no publico una entrada. Escribir escribo mucho, pero lo guardo todo en borradores que no tienen publicación posible, porque una melodía meláncolicamente absurda se ha apoderado de mis palabras.
Un halo de melancolía , que no es mía, se ha empeñado en revolotear sobre mi y mantengo con ella un pulso en el que, además de ganarle, llego a humillarla, sí pero a veces el esfuerzo es agotador y entonces se deslizan, entre cualquier intento de narración, palabras tan cargadas de melancolía que no vale la pena mostrar a no ser que seas poeta y yo no lo soy. Así que empperada estpy en ese pulso en el que de momento gano por goleada. un pulso lleno de láminas que se convertirán en dibujos animados y paredes de habitación, , niñas que se volverán muñecas o cabezas parlantes, colores verdes y lilas que no quieren cambiar de tono cuando pasen de libro a escenario, y maravillosas personas con las que compartir todo ésto y más.
Ratos hermosísimos con algunos seres tan vehementes como yo, y otros que siempre llevan encima gestos y palabras suavizantes, sin perfumes sintéticos. Charlas, paseos, caricias, mimos, comidas, abrazos. ¿Qué mas se pude pedir?
Pues aún así cuelgan de mis borradores algunos dolores:
Cuelgan los abrazos por muerte intempestiva, las palabras que nos contaban pasados entrelazados siendo amigas
Cuelgan como regalos tus lágrimas diciéndome cuánto me quieres y cuanto me echas de menos en tu vida.
Cuelga, sin poder ser vista , la rabia y la tristeza que me dió leer que una mujer enferma por tóxicos no tiene quien se le pueda acercar. Sólo su madre y su padre, los únicos seres que la quieren de verdad.
No importa estar sana, enferma, rota, cosida, sujeta , sólo importa que tu gente no se quede a la puerta de donde tú estás. A la puerta, y fabricando una cárcel a tu medida. Una mierda la verdad.
También me jode saber de tiél y de tiella , de vuestros intentos deseperados de vender el piso para poder escapar de la ciudad, de la baja que no os quieren conceder porque no os someteis a las pruebas de provocación que ellos os proponen. Del recorrido amargo al que yo intento evitar e incluso no mirar.
Cuelgan en la entradas sin publicar los abrazos que casi ya no puedo aguantar sin darte, abrazos a mi princesa de las manos escondidas, y su chico, ese pedazo de hombre dulce y amable que nos acaba de dar un susto peritónitico perdido.
Cuelga su sudor, dolor, delirios, drenaje, más sustos, mientras mi niña, hinchada y dolorida, se entera que está tan de puta madre que es apta para recibir el alta. ¡Hijos de puta!
Cuelgan las ganas de decirte que rompas alguna pared de tu agobiante realidad y te instales con tu chico y su tumor en mi jardín a dejaros cuidar, a sentir la brisa, los pájaros, y que al fin "la mala racha" se ha ido de verdad.
Quiero arrancarte del agobio en el que vives y darte un lugar desde donde empezar de nuevo a mirar, un lugar lleno de abrazos, cuidados, y tranquilidad. Se te ha metido en la cabeza que todo es muy difícil y...eso no es toda la verdad y a veces ser amiga consiste sobre todo, en sacudir hasta hacer reaccionar.
Cuelgan agazapadas un montón de ganas mías, un montón de ganas tuyas, un montón de ganas suyas, un montón de ganas que nunca serán de nadie porque nunca se realizarán.
Y yo lo único que quiero colgar aquí son las ganas que vamos a realizar, las ganas por las que seguir peleando, no las que nos hacen llorar.
Quiero colgar aquí a mis amigos posibles, táctiles, y cerriles. Colgarlos por donde haga falta, para que nunca me dejen las cosas colgadas a la puerta de mi casa y mis deseos, y se queden tan anchos pensando que tiene que ser así...
Pienso en ella, claro, la muchacha encarcelada, pero también pienso en ti, y en ti, y en ti y en mí.