miércoles, 26 de noviembre de 2008

Jugueton por dentro, melancólico por fuera, ¿qué es? el otoño al revés.



Hoy sólo quiero colgar fotos, fotos de fuera a dentro.




Primero de lo que ocurre al otro lado de mis ventanas. Una alfombra, fabricada con la genorosidad del otoño, adorna crujiente los jardines de fuera y de dentro de mi, pero lo que me tiene fascinada este año es la increíble repigmentación de las hortensias. Llevaban siendo blancas desde que las planté y luego el otoño las marroneaba y convertía de puntilla hasta que allá por marzo, cuando las noches ya no pueden congelar sus yemas, las podaba y volvían a renacer, pero este año, con la primavera extraña que tuvimos los meses de septiembre y octubre, han resurgido del marrón a este color.





El olor a setas, a hojas todavía frescas, a eucalipto, pino y carballo, y la selva que crece en el porche, a punto de reventar en flor, me llaman cuando me tiró en el sofá.




De lo que ocurre dentro le pediré permiso a la maraghota entera de "maraghotaemedia".
o ...¿cuelgo un adelanto ya?



Casi que sí...un adelanto del colorido que este año llevará nuestro invierno...






De lo que ocurre dentro de los que estamos dentro...pues lo mismo que al otoño, parece ser que podemos deshojarnos y florecer al mismo tiempo.



miércoles, 12 de noviembre de 2008

Viviendo bien





Dejé a mi niño en el camino al cole, junto al más amigo de sus más amigos, arrastrando mochilas y saludando perros que esperan pacientes el momento de dormitar en las carreteras, en cuanto el sol caliente un poco el aslfalto y el trasiego de la hora escolar descienda , más todavía, el tráfico por la aldea.



Bajé a correos, aparqué delante de la puerta, con dos ruedas subidas a la acera, enfrente de una nube de cincuentonas con ropas oscuras que hablaban de pérdidas y desgracias. Con la mascarilla de pato blanco que me regaló mi peluquera, Araceli la bella, entré a dejar dos sobres y a comprar sellos, y aunque no llevaba llave tambíen recogí el montón de cartas y revistas que nos llegan al apartado. No cabían y la mujer que me atendió me dió también un montón que guardaba fuera, de eso hablábamos cuando entró otra mujer que me miró con curiosidad y poca discrección, tan poca que terminamos dirigiendo a ella a la conversación que derivó sobre la humedad del otoño que despega hasta sobres y sellos. Me despedí y salí a la calle, y fue entonces cuando de nuevo recordé porqué había pasando tantas tardes por Vilaxoán buscando un lugar donde plantar mi casa.



Una fugorneta de reparto esperaba a que yo sacase el coche de la acera para ponerse ella. Dentro, su conductor comía un bocadillo de jamón asado y queso, cuyo delicioso aroma a salsa traspasaba mi mascarilla llamándome: María, Mariaaaaa... e inundándome de unas deseos locos de abrirle la puerta, asaltarle y robarle el bocata, pero un miedo anafilácticopreventivo me devolvió a mi estado de mujer que prefiere estar viva a comer bocatas que no debe, y ese mantra que nace en mi cabeza ante deseos imposibles hizo su consolodara aparción: no puedes pero estás muy bien, no puedes pero estás muy bien, no puedes pero estás muy bien, así rezongaba mi cabeza cuando le oí decirme:
- Nena, vas salir, verdad?
- Sí, sí, salgo ahora mismo. - le contesto sonriendo todavía con la mascarilla puesta.



- E qué tés mociña, qué che pasa?, non teras esa enfermedad malísima da alergia química?



- Esa misma. - digo ya quitandome la mascarilla mientras tiro el montón de sobres sobre el asiento del copiloto de mi coche.



- Pois co guapiña que eres ter que tapa-la cara é unha pena. -dijo como si le hablase a una adolescente. - E dirás tí que son parvo por falrte así... xa sei que esa enfermedade e moi mala.


- ¿E como vou decir que é parvo por chamarme guapa? en todo caso teréille que dar as gracias.
Reímos los dos y me doy cuenta que las mujeres no nos quitan ojo.
- E tes que ir a todo-los sitios así?



Cuando me disponía a contestarle un coche que ni había visto, pero que parece ser llevaba un minuto detrás de la furgoneta le pegó un bocinazo.

Fué entonces cuando volví a sentir porqué elegi vivir en el monte, en la aldea, junto a un pueblo pequeño y una ciudad con los servicios necesarios para tenerlo todo, lo bueno de la civilización y de la aldea , sin apenas padecerlas.
Las mujeres que habían parado su conversación para atender a la nuestra comenzaron a increpar a la conductora:
-Qué prisa tes, carallo! caaaala un pouuuuuco, muller
- Onde cona terás que ir con tanta prisa?
- Acoúga, muller que hoxe non tes feira

-E que non se pode estar falando interrumpindo o tráfico. - contesto la mujer a sus vecinas.

- Non nos estreses co pito, ostia, ¿qué tes que facer tan importante?

- Ir as miñas cousas, o é que agora nos se pode nin orjanisar unha?


- As tuas cousas, as tuas cousas, por eso sempre estás estresada...si habías de estar coma nos... aquí ...preocupándonos do que lle pasa os viciños. ¡Mira!, esa moza ca que está falando Pedro... ten a enfermedade química, verdad rapaza?
e si non nos preocupamos uns dos outros a ver qué cristianos do carallo somos...
-Eso seguro que tes prisa para despois estar pejada a televisión mirando cousas que non te importan


Me reí, me reí con muchas ganas. Tantas , que las tipas no sabían bien que me pasaba. El de la furgoneta ya había bajado a sacudirse las migas del bocadillo y a mirar quien era la que protestaba, las mujeres estaban todas junto al coche de esta, y comenzaron a preguntarme. Tuve que volver a ponerme la mascarilla para acercarme a ellas: tuve que explicarles que ellas también eran "químicas" aunque no usen colonia; tuve que contarles todo ese rollo sobre entar o no entrar a los sitios, los productos que uso en casa y los que usan mis amigos, etc, etc.

-Así que vives en Faxilde ¿é cómo viñeches a dar equí?

- Porque andiven a empadronar por Vilaxoán o gustómume tanto que eu penso que namorei.


- E que os de Vilaxoán somos o melloriño, eh, temos as nosas cousas, pero onde esté un veciño...
o que pasa que hay pouca xente que nos sepa apreciar...

Me fuí cuando dos coches más se pusieron a la cola, no porque pitaran, no, si no porque me dio pereza volver a empezar a explicar porqué llevaba mi mascarilla de pato. No hizo falta, las mujeres se lo contaban a las recien llegadas mientras el de la furgoneta y yo apartábamos los coches.


miércoles, 5 de noviembre de 2008

Tan lila, tan malva...




Cuando entro en este blog, mi blog, a veces pienso que no es mío. Es que es tan lánguido, tan lila...



No tengo mucho tiempo para dedicarle, ni...muchas ganas, sólo cuando mi cuerpo se empecina en atarme a la cama, derrotada y rendida, tengo la disposición adecuada para arrojarme en estos brazos lilas. Porque menguada por el exceso de parir un alien mes tras mes, contracción tras contracción, agotada por el río escarlata que me deja exhausta, y revuelta por la cascada química que embrolla mi alma de descreída de dioses y salvadores responsables de mi felicidad, es cuando saltan por los aires todas las compuertas que me sujetan a mis creencias cada día. Compuertas fabricadas con tesón, ilusión sobre ilusión , y sueño tras sueño, y es entonces cuando me descubro a merced de mi propio arroyo y ese arroyo es que es tan malva, tan lila...


Ahora que busco mi propio lenguaje teatral, imaginando objetos con los que transmitir como transcurren las cosas dentro de mi, y que estos compogan un lenguaje estético armonioso con el que de verdad me sienta identificada, he encontrado que mis emociones y sentimientos además de tener color, olor, sabor y textura ahora tienen movimiento y cuerpo.
Necesito objetos, en vez de palabras, objetos con que derramar mis metáforas sobre el escenario.


La tristeza asumible: es líquida y lila, como siento yo mis lágrimas, discurre lenta, y sabe a pera blanquilla cocida.

La locura(la tristeza no asumible): es negra, redonda, dura, y brillante, como perlas negras saltando de los ojos contra el suelo ro. No tiene sabor por que es imposible llevársela a la boca.

La languidez: es lila también, pero no es líquida, es de pelo casi lacio y rostro nacarado, se adorna con delicadas puntillas, se arrastra en vez de caminar y si le pasas el dedo y luego lo chupas sabe al chantilli con almendras molidas.

La nostalgia: son hojas de otoño que van del ocre al granate, abriga como un edredón, se mueve como una mecedora o un serón, huele a abeto y deja regusto a limón.

La certeza: es el granizo deshaciendose sobre el verde de la hierba, sabe a lo mismo que sabe el hielo.

La esperanza: totalmente morada, con adornos verdes brillantes engarzados, como unos ojos, o unos cristales labrados por el mar, se desliza, con un tocado de camelias blancas y sabe a menta.

La ilusión: azul, con flecos de charlestón y una diadema morada rematada con plumas del mismo color. Suave, huele a lavanda natural, sabe a moras y baila de puta madre.

La alegria: tiene el color de los cohetes de colores estallando sobre el mar, de sus reflejos mezclados y bailones, pero si la tocas no moja. Es de luz y sabe a helado de macedonia.

La generosidad: es mullida como la lana de las ovejas, blanca impoluta como la nieve de montaña, y sabe a bomba de nata.

La sabiduría: es la hiedra que se enreda en el carballo, el musgo que crece en el tronco, y el que nace en la piedra. Sabe a caldo gallego.

Tengo más ...pero a lo que iba es que al entrar aquí me veo demasiado lila, creo que este blog es esa parte mía a la que me cuesta tanto acceder en el transcurrir de mis días, precisamente para defenderme de lo malva y lo lila. Es que aveces me da el vértigo pensando en volverme de un solo color...

martes, 4 de noviembre de 2008

No puedo resistirme: va de cronopios y de famas...




PENSAMIENTOS PRESTADOS POR JULIO CORTAZAR Y ANNE GUEDDES


Bebés cronopio


"Entonces las esperanzas se arrojaron sobre el fama y lo lastimaron. Lo dejaron caído al lado de un palenque, y el fama se quejaba, envuelto en su sangre y su tristeza. Los cronopios vinieron furtivamente, esos objetos verdes y húmedos. Rodearon al fama y lo compadecían diciéndole así:

-Cronopio cronopio cronopio.
Y el fama comprendía, y su soledad era menos amarga."










cronopio y flor

"Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume, y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz. La flor piensa: «Es como una flor».


Recuerdos en conservas


"Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma:luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: "Excursión a Quilmes", o: "Frank Sinatra".
Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: "No vayas a lastimarte", y también: "Cuidado con los escalones". Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras que en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempres de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio"



Los viajes

"Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades. Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios. Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan."

lunes, 3 de noviembre de 2008

Para el coleccionista de faros y adivinanzas.


Este casi no se ve, pero ya te conté en tu blog que yo andaba por sus acantilados, facil...


El blanco y el rojo aún son muy fáciles, pero tan hermosos...que los tuve que poner. Creo que son novios, o hermanos, o amigos, algo así, porque viven juntos. Bueno a lo mejor sólo son vecinos y yo montándoles un idilio.



,










Pero la última foto no te la voy a poner tan facil. ..espero...La última la hice yo regresando de Gijón el otoño pasado. Fuí en la fungona de mi jefe y a la vuelta lo encontré, tiene nombre de otro lugar gallego muy famoso por sus fiestas de... borrachos.
Ya sé que no es buena pista pero...te daré más si... no lo adivinas a la primera y me dejas con la boca abierta de tanta sabiduria tuya y tanta ignorancia mía.
Sigo salpicada por las palabras de sal de tu hermoso blog.
Me voy a dormir

domingo, 2 de noviembre de 2008

gamberros anónimos


Contra la nada, la muerte, lo mejor es sentir los placeres de la vida.
Hoy he disfrutado de casi todos placeres de la carne, digo de casi todos, por dejar abierta una ventana a la ambiguedad y no ser demasiado explícita, ni para bien, ni para mal, pero me ha ido bien: buen despertar, buen desayuno, buena vuelta a la cama, buen, buen, buen, todo muy bueno.

Hace un rato terminé de cocinar , ese acto amoroso y voluptuoso, en el que olores, sabores y texturas muy diversas llenan las mañanas de mis domingos y las neveras de mis hijos.
Mi madre ha salido cara a Santiago al rescate de su nieto pequeño, invitada a comer por el mediano, con la asignación semanal para éste: los tarros de crema de espinacas, el puré de verduras, la lasaña de calabacín y queso y las delicias de pollo . Mi hijo mayor está haciendo no sé que rollo para una unidad didáctica que me llevan pidiendo hasta mi verguenza y que mi jefe no da terminado.Su novia está en la ducha, y mi compañero, ese hombre que inexplicablemente se empeña en vivir conmigo, y en querer envejecer a mi vera, (a mí ahora, desde que soy sensible química, me asusta la vejez) monta una estanteria que le ha robado al hijo mediano para guardar sus cosas en el despacho.
Desde el jueves, que se me ha dado por recoger y cambiar cosas en la casa, se ha puesto de lo más hacendosa, y da gusto con él. Nuestra casa casi parece mía y no de ellos...
Un lujo para mi cerebro autista y disléxico, un descanso para mis sentidos.

Ahora me iré a la bañera, y comeré cuando me salga de las pelotas, me daré una burbujada feliz con olor a rosas. Homenajearé a Paco de mis arreboles, ya que hoy hace dos años ya que se ha ido, y le encantaba bañarse los domingos con el periódico y el café en la bañera, como a mí, sólo que yo llevo libro y leche de castañas. Retomaré aquel libro de no se qué escritor chileno que tiene un número cómo título y que es un novelón del copón, y mientras aclaro mi pelo me dispersaré viviendo aquel chiste que contaba del cura al que le tiraban de los cojones. No me acuerdo como era, imposible saber el argumento, pero sí me acuerdo de Paco, en Panxón, levántodose de la mesa gritanto como un loco, imitando al pobre cura y su dolor inhumano, cada vez que lo contaba, y a todos nosotros muriéndonos de risa.
Ya sé que a mí no me hace falta nada para sentirme gamberra pero hay personas que me insipiran, que me suscitan y Paco es una de ellas. Tengo más, claro...una lista de verdaderos exquisitos en este arte. No doy nombres que luego me reñís, pero menuda banda.
El caso es que he descubierto que un vecino, amigo de unos amigos, también es gamberro...

este corto es suyo. A ver si lo sé linkar, si no lo intento más tarde que total...los que entráis por aquí (tres) os vais a enterar igual...porque os lo pienso contar.

Z
Presentado por: xabiermarques
Director: Xabier Marqués Solla
Temática: Visións nosas / visións alleas
Categoría: ficción
Data: 6/9/2008
Sinopse: No ano 2009, tras unha inspeccción rutinaria nos arquivos de casos inexplicados, o servicio segredo galego:GaliCIA, descobre un vídeo que demostra con total certea quen é realmente equen dirixe a máis famosa empresa téxtil galega. Ollo, a realidade pode resultarvos insoportable

Me lo he pensado mejor, me voy a comer con dos de mis chicos mis alitas de pollo, mis peras asadas y mis castañas cocidas. La bañera la dejó para fabricarme una tarde de burbujas, perfumes y sales, cuando baje del sofá.

sábado, 1 de noviembre de 2008

SU PRIMERA CAJA


Tenía siete años y mucho sueño. Acababa de cenar un tazón de leche templada y azucarada bien llenito de castañas cocidas con nébeda. De su vientre ascendía un dulce sopor que acariciaba cada una de sus fibras como una brisa. La nube caliente y amorosa que desciende desde el techo, ( cualquier techo, esté donde ella esté) inundando su cerebro de brumas como la niebla inunda al mar, difuminaba ya las luces de sus pensamientos conscientes justo cuando vio aquella caja: su primera caja.
Era blanca por fuera, con rayas que dibujaban relieves a modo de onzas de chocolate. Una caja sin tapa con el interior de papel plata.
No supo que era aquello que veía, ni tuvo miedo por haberlo visto, pero una pesadum bre extraña secuestró esa noche su tranquilidad. Era un frío y desapacible treinta y uno de octubre de cristales golpeados por ráfagas de viento cuando la niña, achacando su malestar a la inclemencia climatológica, se durmió creyendo que aquella desazón sin nombre le nacía del mal tiempo que batía contra su ventana...


Hoy en día ya no sabe si todo lo ocurrido fue el día de todos los santos o el día de difuntos, pero su cuerpo, año tras año, hasta que pasan esas fechas, se vuelve loco.


Sí sabe que regresaba del cementerio con su madre cuando Berta, una vecina, las recibió delante de su casa portando unos platos hondos de cristal envueltos por un paño de algodón de cuadros amarillos y blancos. Buscaba a la madre de la niña para asar unas manzanas para Miguel Ángel, su hijo mediano, que tenía veinte meses y estaba un poco mal de la barriga. También llevaba una tableta de chocolate blanco “Elgorriaga” que él le iba pidiendo sin parar.
Miguel Ángel era un Pepito, como su muñeco, rubio de piel dorada y brillantes ojos verdes, que siempre que te acercabas a él te pedía una onza de chocolate.
- Una sola - decía levantando su dedito del mismo modo que lo hacía para mostrar el año que tenía.
-Vengo de vuestra casa, tu suegra me asó las manzanas. - dijo Berta
- ¿Mi suegra? ¡Increíble!
- Pues sí, me dijo: “Trae que te las asó yo” - y las metió en la nevera, pobrecilla, pero yo le dije: “Mamatín ese no es el horno, es éste”, y ya lo hizo bien. Pero no te preocupes, que dejé todo apagado y tu marido, antes de salir, dejó la puerta de la cocina cerrada con el candado.
- ¿Estaba mi marido en casa? ¿Pero qué hora es? - ¡Dios mío que tarde se nos hizo en el cementerio! - dijo la madre de la niña sin nisquiera esperar a saber la hora.


El barrio estaba casi vacío, la mayoría de la gente sentada tras las ventanas de sus cocinas, ya comían. El marido de Berta las saludaba sonriente, acabándose el café asomado a la ventana del bajo en el que vivían. Algunos niños iban y venían de algún recado de última hora con sus collares de castañas cocidas colgando del cuello. Las hojas secas y livianas del enorme plátano plantado frente al kiosco del Señor Pedro danzaban, arremolinadas por el viendo, un baile de otoño sin lluvia. La niña dejó de jugar con ellas y subió a la acera con Miguel Ángel y las mamás
porque, en ese momento, llegó el camión de las gaseosas. Las botellas de cristal rellenas de líquidos de color naranja y limón le fascinaban. El camión pasó ante ella como una cortina de burbujas sabrosas y alegres en las que nada podía presagiar la gran desgracia, sin embargo ella sintió un gran escalofrío.

Las mujeres hablaron un rato sobre cacas blandas, manzanas asadas, arroz y chocolate. El camión dio marcha atrás mientras Berta y la niña sujetaban a Miguel Ángel cada una por una muñeca, ya que sus preciosas manos sujetaban cochecitos de juguete.
Se le cayó un coche a la calle, pegadito a la acera. Su madre creyó que lo tenía sujeto la niña, la niña creyó que era la madre la que lo sujetaba, y el camionero no creyó nada, porque justo antes de empezar la maniobra en su retrovisor podía verse clarísimamente el reflejo del precioso angelito sobre la acera sujeto por dos mujeres.


Esta visión es un bucle instalado en la cabeza de la niña , un bucle de desaceleración y aceleración con un ritmo preciso y constante.

Do-ble- rue-da- tra-se-ra- de- ca-mi-ón- pa-san-do por en-ci-ma de bebé.
Dobleruedatraseradecamiónpasandoporencimadebebé.


La niña lo vio todo. Vio al niño tirado boca abajo, al camión pasando sobre él. Lo vio todo.


Doble rueda trasera de camión pasando por encima de bebé extendiendo sus bracitos y llamando a su mamá entre sollozos.
También vio a ésta cuando lo cogió y mirando a su vecina gritó: ¡dios mío, se ensució!
La niña no entendía nada, ¿Qué más daría que se manchase la ropa, que se ensuciase? ¿qué podía importar eso? Era la única pregunta que podía hacerse. Lo preguntó tantas veces que su madre acabó por explicarle que no es que se ensuciase la ropa por fuera…sin no que…el camión...(treinta y nueve años he necesitado para poder escribir esto) había vaciado todo lo que el niño tenía en su vientre. TODO.


Doble rueda trasera de camión pasando por encima de bebé extendiendo sus bracitos y llamando a su mamá entre sollozos.
El camionero lloraba mirando las ruedas traseras y la acera, mientras el padre del niño salía de casa a todo correr y metía al bebé y a su mujer en un coche en el que llegar cuanto antes al hospital.
Cuando se fueron Berta y su marido todo el barrio consolaba al camionero que milagrosamente, creía la niña, sabía el nombre del bebé, ya que no paraba de llorar diciendo: angelito, angelito, angelito, pobre angelito, maté a un angelito.


Doble rueda trasera de camión pasando por encima de bebé extendiendo sus bracitos y llamando a su mamá entre sollozos.
Todo ocurrió a cámara lenta y en blanco y negro, y a la niña no le extrañó porque en mil novecientos sesenta y nueve así se veían las cosas en la tele. Ni le extrañó que su corazón saliese del pecho y latiese en sus sienes, ni que las voces estuviesen tan alejadas de sus oídos que la hicieran sentir enlatada como una sardina. Ni le extrañó el sudor frío, ni la cortina de puntos negros que se ponía en sus ojos cuando volvía a ver una y otra vez la tez pálida del bebé llamando a su madre.


Doble rueda trasera de camión pasando por encima de bebé extendiendo sus bracitos y llamando a su mamá entre sollozos, pálido como un difunto.
Sí le extrañó que las niñas más mayores del grupo 14 fuesen a cuidarla y a proponerles rezos y rosarios mientras ella temblaba un frío desconocido, tumbada y tapada con tres mantas en el sofá de su casa. También le extrañó que su padre se tomase la tarde libre y la llevase al campo de Pena a volar una cometa, y le preguntase con el mismo tono que hablaría a un adulto cómo estaba.
- Dime cómo estás
- Estoy bien, sólo tengo frío. No me pasa nada, a mí no, pero no puedo dejar de pensar en Berta y su marido.
- Ya te pasará…

Un "Lo siento mucho, mucho, mucho" salió de los labios de su padre a besos sobre su frente.




Doble rueda trasera de camión pasando por encima de bebé extendiendo sus bracitos y llamando a su mamá entre sollozos, pálido como un difunto.
No sintió nada, ni cuando murió y todos los niños del barrio fueron a verlo en su caja blanco chocolate, ni cuando lo enterraron y no la dejaron ir al entierro.
Ella explicaba, a cualquiera que le preguntase, que sabía que aquello todo era muy triste pero que ella no sentía NADA. Sabía que era una pena muy grande, pero esa pena no estaba dentro de ella, estaba fuera, en la madre de Miguel Ángel, en su padre,en el pobre camionero.

Dentro de ella sólo había invierno, invierno frío y seco con rachas de viento que la hacían temblar. Tampoco sintió nada cuando Maria del Mar, la hija puta más grande y de menor edad que conoció en toda su vida, se acercó a decirle que si sentía culpable por haber soltado al niño que no lo sintiese, que la única responsable era su madre, la loca esa de la minifalda y las botas de charol, ella tenía toda la culpa porque de ella era la obligación de cuidar al bebé y no andar con esas pintas.

Fue le primera vez en su vida que se quedó con una mata enorme de pelos rubios entre sus dedos y sintió que hacer llorar de dolor, a alquien que quiere provocarlo con la peor de las maldades, alivia la tensión muscular, ya que se libró de la torticolis con la que llevaba desde el fatídico día.




Doble rueda trasera de camión pasando por encima de bebé extendiendo sus bracitos y llamando a su mamá entre sollozos, pálido como un difunto, convertido en todos los bebés del mundo.
Tardó meses en comprobar que ya no podía bajarse en aquella parada del autobús donde era obligatorio cruzar la carretera.
Que no podía dejar de coger en brazos a ningún niño del barrio que estuviese al borde de cualquier acera.
Sus ojos y sus labios se poblaron de tics, su intestino se hizo irritable y su estómago se llenó de nervios, según dijeron los médicos de todo aquello que le estaba sucediendo. Pero nadie supo contarle que un gran miedo se había apoderado de ella y que una herida sangrante y eterna la acompañaría cada primero de noviembre para el resto de sus días.


Doble rueda trasera de camión pasando por encima de bebé extendiendo sus bracitos y llamando a su mamá entre sollozos, pálido como un difunto, convertido en todos los bebés del mundo a los que ella no podría salvar.
A los siete años había perdido la inocencia y realizado un montón de descubrimentos.
Descubrió que los niños también mueren y que una milésima de segundo es suficiente para quitarte o cambiarte la vida, y si eres madre para volverte loca.
Descubrió que un fallo, un descuido como aquel, en el que ni una ni otra sujetaron a un niño, hizo que éste dejase de existir, y con él su tacto de terciopelo, sus rizos de muñeco, su dedito de un año, su olor a bebé, sus risas y sus llantos, sus mejillas, sus miradas, sus argollitas, su barriga cosquillera...
Descubrió que no se podía rebobinar, por más que lo intentara, como tantas otras veces lo había intentado con su caleidoscopio.
Descubrió que el mundo se descoloca sólo y ella no podía volverlo a colocar.
Esos descubrimientos se contó a si misma, ante los tres espejos de la coqueta de su abuela, una mañana en que tampoco sentía nada dentro de ella, pero en la que no podía parar de vomitar mientras el resto de los niños jugaban y reían por los patios con sus collares de castañas, fue entonces, intentando leer la verdad en los espejos, cuando sintió que de sus secos lagrimales llovía sangre.


Doble rueda trasera de camión pasando por encima de bebé extendiendo sus bracitos y llamando a su mamá entre sollozos, pálido como un difunto, convertido en todos los bebés del mundo a los que ella no podría salvar.

Creció intentando conjurar con precauciones mágicas la mala suerte, atando el miedo con cordeles de superstición, herida hasta lo indecible, muerta de miedo y sin poder expresarlo. Tardó años en comprobar que esa había sido su primera caja, pero sobre todo tardó años en poder contarle esto a alguien ,y el día que lo hizo, once años después, creyendo que no le pasaba nada, se desmayó